Resuelven un misterio de 750 años: un análisis forense confirma la verdadera identidad de un noble medieval húngaro olvidado por la historia

Un equipo multidisciplinar ha confirmado la identidad del duque Béla de Macsó, descendiente de los Árpád y los Rurik, y ha reconstruido su asesinato con un nivel de detalle sin precedentes.
Recreación artística del duque Béla de Macsó en su entorno cotidiano del siglo XIII Recreación artística del duque Béla de Macsó en su entorno cotidiano del siglo XIII
Recreación artística del duque Béla de Macsó en su entorno cotidiano del siglo XIII. Foto: ChatGPT-4o/Ligia García

Durante más de un siglo, unos huesos olvidados en una caja de madera esperaban en silencio en los archivos de un museo húngaro. Habían sido desenterrados en 1915, durante unas excavaciones en el convento dominico de la Isla Margarita, en el corazón del Danubio que atraviesa Budapest. Nadie sabía entonces con certeza a quién pertenecían. Pero ahora, gracias a una combinación de arqueología, genética, antropología forense e historia, esos restos han recuperado su voz. Y lo que cuentan es la historia estremecedora de un joven noble brutalmente asesinado en una conspiración política a mediados del siglo XIII.

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El protagonista de este caso es Béla, duque de Macsó, nieto del rey Béla IV de Hungría y descendiente directo tanto de la poderosa dinastía húngara de los Árpád como de los príncipes varegos de la Rus de Kiev. Según las crónicas medievales, Béla fue asesinado en 1272 en un ataque a traición en el interior de un monasterio, durante uno de los muchos episodios turbulentos que sacudieron la sucesión al trono húngaro. Pero hasta ahora, todo esto era más leyenda que certeza. La reciente publicación de un estudio ha cambiado eso para siempre.

Un asesinato político cuidadosamente orquestado

El análisis forense de los restos —un esqueleto notablemente bien conservado— ha revelado la existencia de 26 heridas infligidas en el momento de la muerte. Nueve de ellas, en el cráneo; otras 17 repartidas por el torso, los brazos y las piernas. La escena reconstruida no deja lugar a dudas: Béla no murió en un combate honorable. Fue emboscado por al menos tres atacantes, que lo rodearon y lo atacaron con armas blancas, probablemente un sable y una espada larga.

Los golpes a la cara fueron especialmente violentos, lo que sugiere un componente emocional muy fuerte en la ejecución. Rabia, odio, o la necesidad de enviar un mensaje. Le golpearon incluso cuando ya estaba en el suelo, incapaz de defenderse. Los cortes limpios y profundos indican que el duque no llevaba ninguna armadura en el momento del ataque. Todo apunta a una emboscada preparada en un lugar que él consideraba seguro: el convento en la isla del Danubio, a donde acudió con la esperanza de encontrar una solución política, y donde le esperaban sus asesinos.

Detrás de esta ejecución se encontraba, según las fuentes contemporáneas, Henrik Kőszegi, un poderoso noble de la familia Héder que había tomado partido por Ladislao IV, el joven rey menor de edad recién coronado. Béla, al parecer, era un obstáculo. Con su linaje y popularidad, representaba una amenaza real para los intereses de la facción dominante. El crimen, nunca castigado, despejó el camino para el reparto de las tierras del duque entre los aliados del trono.

El cráneo del individuo analizado, hallado en el antiguo monasterio dominico del siglo XIII en la Isla Margarita de Budapest
El cráneo del individuo analizado hallado en el antiguo monasterio dominico del siglo XIII en la Isla Margarita de Budapest

Un esqueleto perdido… y reencontrado

El esqueleto fue hallado por primera vez en 1915, junto a otros dos enterramientos en la sacristía del monasterio dominico de la Isla Margarita. En aquel momento, los arqueólogos sospecharon que podían estar ante los restos del duque asesinado, por la ubicación, la datación y el tipo de heridas. Un joven, de unos 20 a 25 años, muerto de forma violenta, con evidentes signos de mutilación. El antropólogo Lajos Bartucz lo examinó y lo mencionó brevemente en una publicación, pero después, los huesos desaparecieron.

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Durante décadas se creyó que habían sido destruidos durante la Segunda Guerra Mundial. No fue hasta 2018 cuando, de forma casi accidental, volvieron a salir a la luz. El esqueleto, incompleto pero reconocible, apareció en una caja sin etiqueta en el Museo Nacional de Historia Natural de Hungría. El cráneo, por su parte, se hallaba separado en la colección antropológica de la Universidad Eötvös Loránd. La reunión de ambos restos permitió retomar la investigación, esta vez con las herramientas del siglo XXI.

Una vida de privilegios… y de amenazas

Gracias al análisis genético, los investigadores pudieron confirmar que los restos pertenecían a un descendiente directo de Béla III de Hungría, lo que coincide plenamente con la genealogía del duque de Macsó. También se verificó su conexión patrilineal con la dinastía Rurik, mediante el estudio del cromosoma Y y su comparación con otros miembros conocidos de esa estirpe, incluidos datos genéticos modernos de descendientes vivos.

En paralelo, el análisis isotópico de los dientes reveló que Béla no nació en Budapest, sino en la región del Banato de Macsó, en lo que hoy es Serbia y Croacia. Solo más tarde se trasladó a la corte húngara. Su dieta era la de un noble de alto rango: rica en carnes, pescados y cereales refinados como trigo y cebada. Los microfósiles hallados en su sarro dental muestran un consumo frecuente de pan horneado y sémola cocida. Curiosamente, ese alto contenido de proteína animal y acuática afectó al fechado por radiocarbono de sus huesos, que en un primer momento ofrecían una datación anterior a la real. Finalmente, se confirmó que el individuo murió en la segunda mitad del siglo XIII.

El aspecto físico del duque también ha podido reconstruirse en parte. Medía aproximadamente 1,78 metros, una estatura elevada para su época. Las marcas musculares de los huesos muestran un estilo de vida activo, pero no especialmente duro. No tenía enfermedades genéticas conocidas, y los análisis sugieren que tenía el cabello posiblemente rizado y de color castaño oscuro, con ojos color miel o marrón claro. Una imagen bastante distinta a la que solemos imaginar de los príncipes medievales del norte.

Este hallazgo no es solo un caso de éxito científico. También es un episodio profundamente humano. Un joven noble que vivió en un tiempo de caos político y que terminó siendo víctima de una traición letal. Durante siglos, su asesinato fue solo una nota al pie en las crónicas medievales. Hoy, gracias al trabajo conjunto de historiadores, genetistas, antropólogos y arqueólogos, podemos reconstruir con precisión no solo su muerte, sino también su vida.

La investigación convierte al duque Béla en uno de los pocos miembros de la nobleza medieval europea identificados genéticamente, junto a su antepasado Béla III. Y representa también un hito en la aplicación de la ciencia forense al pasado, donde cada hueso, cada diente y cada microfósil se convierte en una pieza del puzle histórico.

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La historia de Béla de Macsó nos recuerda que incluso los poderosos pueden caer, que la política ha sido siempre un juego de alto riesgo, y que la historia, cuando se estudia con las herramientas adecuadas, todavía tiene mucho que revelarnos.

El estudio ha sido publicado en la revista Forensic Science International.

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