Durante décadas, la figura de Paranthropus boisei ha quedado atrapada en el imaginario científico como la de un pariente lejano, fuerte y especializado, pero poco hábil. Se le conocía por su imponente mandíbula, sus dientes gigantes y una dieta a base de plantas duras, lo que lo situaba en un rincón evolutivo diferente al de nuestros antepasados directos. Sin embargo, un reciente hallazgo en el yacimiento de Koobi Fora, al este del lago Turkana, podría obligarnos a reescribir parte de esa historia.
Un equipo internacional de paleoantropólogos ha presentado en Nature el descubrimiento de un esqueleto parcial —denominado KNM-ER 101000— atribuido con certeza a Paranthropus boisei, con una característica excepcional: por primera vez, se han recuperado huesos de la mano y del pie asociados directamente a esta especie. Esta pieza del rompecabezas, largamente ausente, abre la puerta a una nueva comprensión del comportamiento de este antiguo homínido que habitó África Oriental hace entre 2,3 y 1,2 millones de años.
Una mano que cambia el relato
Hasta ahora, si bien se habían hallado herramientas en lugares donde también se encontraron restos de Paranthropus, no había evidencias claras de que esta especie fuera la fabricante. Las herramientas eran atribuidas automáticamente al género Homo, considerado el más avanzado, más hábil, más inteligente. Pero KNM-ER 101000 complica esta narrativa.
La mano de este individuo, de más de 1,5 millones de años de antigüedad, revela una sorprendente combinación de características. Por un lado, presenta proporciones similares a las del ser humano moderno: un pulgar largo en relación con los otros dedos, lo que permite agarres precisos. Por otro, comparte robustez y detalles morfológicos con las manos de los gorilas, especialmente en la zona de la base del dedo meñique y en los huesos del carpo, lo que sugiere una gran fuerza en el agarre y una musculatura desarrollada.
Este equilibrio entre precisión y potencia ha hecho que muchos especialistas se replanteen la idea de que Paranthropus boisei era incapaz de manipular objetos con la destreza suficiente como para tallar piedra. Quizás no lo hacía del mismo modo que Homo habilis o Homo erectus, pero la anatomía de su mano demuestra que tenía, al menos, la capacidad física para hacerlo.
La mano izquierda reconstruida de Paranthropus boisei. Fuente: Mongle, Carrie et al., Nature (2025)No solo herramientas: también caminaban como nosotros
El esqueleto hallado no solo aporta datos sobre las manos. También incluye elementos del pie, que muestran una adaptación completa a la bipedestación. La forma de las falanges, el metatarso y las articulaciones indica que P. boisei caminaba sobre dos piernas, de forma muy similar a la nuestra.
El dedo gordo del pie, por ejemplo, no estaba orientado hacia afuera como en otros primates trepadores, sino alineado con el resto de los dedos, un rasgo esencial para el impulso durante la marcha bípeda. La estructura del arco plantar y la rigidez de las articulaciones del pie también sugieren una locomoción completamente terrestre, alejando a este homínido del mundo arbóreo.
Este aspecto no es menor. Un pie diseñado para caminar grandes distancias sobre tierra firme, unido a unas manos fuertes y funcionales, apunta a un estilo de vida mucho más versátil de lo que imaginábamos para Paranthropus boisei.
Más gorila de lo que creíamos… pero también más humano
Uno de los hallazgos más intrigantes es la convergencia morfológica entre la mano de P. boisei y la de los gorilas de montaña (Gorilla beringei), sobre todo en el meñique y en los músculos que rodean la base del dedo. Esta coincidencia ha llevado a algunos investigadores a considerar si el tipo de esfuerzo manual que requería su dieta pudo haber modelado su evolución anatómica.
Porque, aunque no sepamos con certeza si tallaba piedra o no, sí sabemos que Paranthropus se alimentaba de plantas extremadamente duras y fibrosas, como raíces o tallos. Procesar estos alimentos probablemente requería una intensa manipulación manual, desgarrando, cortando o rompiendo vegetales resistentes. En este contexto, una mano poderosa y adaptable no solo sería útil, sino esencial.
Por otro lado, la presencia de características humanas en las proporciones de los dedos y la habilidad de agarre sugiere que este homínido podría haber sido más versátil de lo que pensamos. Y aquí es donde el hallazgo de Koobi Fora adquiere su verdadero peso: demuestra que la evolución de la destreza manual no fue un monopolio exclusivo del linaje Homo.
Un viejo debate que podría llegar a su fin
La pregunta sobre si Paranthropus boisei fabricaba herramientas ha dividido durante décadas a la comunidad científica. La falta de huesos de la mano en los registros fósiles había dejado la cuestión en suspenso, limitada a especulaciones indirectas. Pero ahora, con un esqueleto que aporta pruebas físicas tangibles, la balanza empieza a inclinarse.
Aunque la anatomía no prueba el comportamiento, sí lo permite. Y el hecho de que P. boisei tuviera la capacidad física para fabricar y utilizar herramientas sugiere que, en los lugares donde se han hallado piedras talladas junto a sus restos, podría haber sido más que un simple observador.
Esta posibilidad obliga a repensar cómo se compartían los espacios, los recursos y las técnicas entre las distintas especies de homínidos que coexistieron en África durante el Pleistoceno. Paranthropus y Homo no solo habrían compartido territorio, sino también quizás tecnologías y estrategias de supervivencia.
¿Y si nunca fue un “pariente torpe”?
El hallazgo de KNM-ER 101000 no solo amplía nuestro conocimiento sobre una especie concreta. También desafía la forma en que categorizamos a nuestros antepasados. Durante años, P. boisei fue visto como un “callejón sin salida” evolutivo: especializado, sí, pero incapaz de innovar o adaptarse.
Ahora, ese retrato parece inexacto. Si este homínido era bípedo, poseía manos robustas y precisas, y tenía acceso al conocimiento o capacidad para utilizar herramientas, entonces su papel en el mosaico humano fue mucho más significativo.
Más que un “primo torpe”, Paranthropus boisei podría haber sido un experto en lo suyo. Un homínido adaptado a un nicho ecológico muy específico, fuerte, resistente y tal vez tan ingenioso como nuestros antecesores directos.
Y, como suele ocurrir en la ciencia, este descubrimiento no cierra el capítulo. Al contrario: lo abre aún más. Porque si P. boisei era capaz de tanto, ¿cuántas otras especies del pasado hemos subestimado simplemente porque no teníamos los huesos adecuados?
Referencias
- Mongle, C.S., Orr, C.M., Tocheri, M.W. et al. New fossils reveal the hand of Paranthropus boisei. Nature (2025). doi:10.1038/s41586-025-09594-8