La trágica muerte del infante Enrique de Borbón, el duque progresista

La trágica muerte del infante Enrique de Borbón La trágica muerte del infante Enrique de Borbón
Desafío entre el duque de Montpensier y Enrique de Borbón. Créditos: Wikimedia Commons

Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (1823-1870) fue un personaje singular en la historia de España. Nacido en el seno de la familia real, fue un defensor de las ideas liberales, republicanas y masónicas, que le llevaron a enfrentarse con su prima y cuñada, la reina Isabel II, y a participar en varias conspiraciones y revueltas. Su vida estuvo marcada por el exilio, el amor, la rebeldía y el duelo. Su muerte, ocurrida en un desafío a pistola con el duque de Montpensier, fue el triste final de una existencia apasionada y conflictiva.

Un infante rebelde

Enrique nació en Sevilla el 17 de abril de 1823, en plena guerra entre los partidarios de Fernando VII y los de su hermano Carlos María Isidro, el pretendiente carlista. Era el cuarto hijo y tercer varón del infante Francisco de Paula de Borbón y de la infanta Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, que eran a la vez tío y sobrina. Su padre era el hermano menor de Fernando VII y su madre era la hija de Francisco I de las Dos Sicilias y de María Isabel de Borbón, otra hija de Carlos IV y de María Luisa de Parma. Por lo tanto, Enrique era nieto y a la vez bisnieto de los reyes de España.

Su nacimiento coincidió con el avance hacia Madrid de los Cien Mil Hijos de San Luis, el ejército francés que vino a restaurar el absolutismo de Fernando VII tras el Trienio Liberal. Por esta circunstancia, el rey le concedió el título de duque de Sevilla y el tratamiento de infante de España. Al día siguiente fue bautizado con los nombres de Enrique María Fernando Carlos Francisco Luis Juan Aniceto José Ramón Sebastián Ceferino Pedro Pablo Andrés Jacobo Juan Felipe Bartolomé Mateo Simón Tadeo Matías Lucas Marcos y fue investido como caballero de la Orden del Toisón de Oro.

Su infancia y juventud transcurrieron entre España y Francia, debido a los destierros de sus padres, que eran ambiciosos y conflictivos. Su madre, Luisa Carlota, era la hermana de María Cristina, la viuda de Fernando VII y regente de España en nombre de su hija Isabel II. Ambas se enfrentaron por el segundo matrimonio de María Cristina con Agustín Fernando Muñoz, un sargento de la guardia real, que Luisa Carlota consideraba una ofensa a la dignidad de la Corona. Luisa Carlota también intrigó para casar a sus hijos con los de su hermana, con el fin de asegurar su influencia en la corte.

Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias
Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (1823-1870). Créditos: La Academia de la Historia

Enrique se educó principalmente en el Liceo Enrique IV de París, donde entró en contacto con las ideas liberales y republicanas que triunfaban en Francia. También viajó por Europa y conoció a personalidades como el escritor Víctor Hugo, el filósofo Auguste Comte o el revolucionario Giuseppe Mazzini. Su carácter era impulsivo, generoso, valiente y aventurero, pero también orgulloso, irascible y desobediente.

En 1843, tras la muerte de su padre, regresó a España e ingresó en la Marina. Ese mismo año participó en un intento de revuelta en Galicia, que le valió un primer exilio en Francia. Desde allí viajó por toda Europa y llegó a ser propuesto para el trono de México, proyecto por el que mostró escaso interés.

Un matrimonio escandaloso

En 1845, Enrique fue uno de los candidatos a casarse con su prima Isabel II, que había sido declarada mayor de edad y necesitaba un consorte. Sin embargo, su fama de revolucionario y su parentesco cercano con la reina le descartaron como posible rey. Isabel II se casó finalmente con su primo Francisco de Asís de Borbón, hermano de Enrique, en una doble boda con la infanta Luisa Fernanda y el duque de Montpensier, hijo del rey de Francia Luis Felipe I.

Enrique se sintió frustrado y humillado por este matrimonio, que consideraba una imposición de las potencias extranjeras. Además, se enamoró de la hija del conde de Castellá, Elena de Castellví y Shelly, una joven de origen irlandés y belleza extraordinaria, con quien se fugó a Roma, donde contrajo matrimonio el 6 de mayo de 1847, en contra de las leyes dinásticas y de la voluntad de Isabel II.

Este matrimonio fue un escándalo en España y en Europa, ya que Enrique renunciaba a sus derechos dinásticos y a su rango de infante por amor. Isabel II le retiró sus títulos y le expulsó del país, mientras que el papa Pío IX le excomulgó. Enrique y Elena se establecieron en París, donde vivieron felices y tuvieron seis hijos: Enrique, Luis, Francisco, Alberto, María y María del Olvido.

Elena María de Castellví y Shelly
Elena María de Castellví y Shelly. Créditos: Wikimedia Commons

Un duque progresista

En 1848, Enrique aplaudió la revolución que asoló Europa y acabó con la monarquía burguesa francesa. Se declaró republicano y masón, y publicó varias proclamas en las que invitaba al pueblo español a alzarse contra el gobierno de Isabel II. También intentó intervenir en la Primera Internacional, el movimiento obrero fundado por Karl Marx y Friedrich Engels, pero fue rechazado por su condición de aristócrata.

En 1854, tras el triunfo de la revolución de julio en España, que dio paso al bienio progresista, Enrique solicitó el perdón de Isabel II y regresó a España, donde fue recibido con entusiasmo por el pueblo. Un año después le fueron devueltos sus títulos y fue rehabilitado en la Marina. En 1856 fue nombrado capitán general de la Armada y en 1857 teniente general del Ejército.

Sin embargo, Enrique no abandonó sus ideas liberales y progresistas, y siguió criticando el gobierno de Isabel II, al que acusaba de corrupción, nepotismo y despotismo. Publicó varios artículos y folletos en los que defendía la libertad, la democracia, la soberanía nacional y la justicia social. También se opuso a la guerra de África y a la intervención de España en México. Su actitud le valió nuevos enfrentamientos con la reina y con el duque de Montpensier, su cuñado y rival político, que aspiraba al trono de España.

En 1860, Enrique participó en la expedición a Santo Domingo, donde se distinguió por su valor y su humanidad. En 1863, falleció su esposa Elena, lo que le sumió en una profunda tristeza. Aunque consideró la posibilidad de un segundo matrimonio con la princesa Ana Murat o con la archiduquesa María Luisa de Austria, nunca volvió a casarse.

En 1868, se produjo la revolución de septiembre, que destronó a Isabel II y proclamó el Sexenio Democrático. Enrique apoyó la revolución y se presentó como candidato a las Cortes Constituyentes por Madrid, siendo elegido diputado por el Partido Progresista. Sin embargo, pronto se desilusionó con el nuevo régimen, que consideraba moderado y conservador. Se opuso a la elección de Amadeo de Saboya como rey de España y abogó por la proclamación de la república.

Un duelo fatal

En 1870, Enrique se vio envuelto en una polémica con el duque de Montpensier, que había sido candidato al trono de España y que seguía teniendo ambiciones dinásticas. El motivo fue una carta que Enrique escribió al periódico La Época, en la que acusaba al duque de haber traicionado a Isabel II y de haber conspirado con Napoleón III para colocar a su hijo Antonio en el trono de España. La carta provocó la indignación del duque, que retó a Enrique a un duelo a pistola.

El duelo se celebró el 12 de marzo de 1870, en el bosque de Carabanchel, cerca de Madrid. Los padrinos de Enrique fueron el general Prim, el líder del Partido Progresista, y el marqués de Novaliches, un militar liberal. Los del duque fueron el general Serrano, el presidente del gobierno, y el conde de Cheste, un político moderado. Las condiciones del duelo eran las siguientes: los contendientes debían disparar a una distancia de 25 pasos, con pistolas de avancarga, y podían avanzar hasta 10 pasos después del primer disparo.

El duelo comenzó a las nueve de la mañana, bajo un cielo nublado y frío. Enrique disparó primero, pero falló el tiro. El duque avanzó cinco pasos y disparó a su vez, hiriendo a Enrique en el vientre. El infante cayó al suelo, mientras que el duque se acercó a él y le pidió perdón. Enrique le respondió: “No hay de qué, duque. Ha sido mi culpa. Le perdono de todo corazón”. Luego, pidió que le llevaran a su casa y que avisaran a sus hijos.

Enrique fue trasladado en una camilla a su palacio de la calle de Alcalá, donde fue atendido por varios médicos. Su herida era grave y no había esperanza de salvarle. Enrique sufrió durante dos días, rodeado de su familia y de sus amigos. Recibió la visita del rey Amadeo I, que le expresó su pesar y su respeto. Enrique le agradeció y le dijo: “Sire, he sido siempre un buen español y un buen liberal. He muerto por defender mis ideas y mis principios. Espero que Vuestra Majestad sepa hacer feliz a este pueblo, que tanto lo necesita”.

Enrique falleció el 14 de marzo de 1870, a las cuatro de la tarde, a los 46 años de edad. Su muerte causó una gran conmoción en España y en Europa, donde fue llorado como un héroe y un mártir de la libertad. Su funeral fue multitudinario y emotivo, y su cuerpo fue enterrado en el panteón de los infantes del monasterio de El Escorial.

El duque de Montpensier fue juzgado por un tribunal militar, que le condenó a un año de destierro y a una multa de 30.000 duros. El duque se exilió en Portugal y luego en Francia, donde murió en 1890. Nunca volvió a aspirar al trono de España, que quedó vacante tras la abdicación de Amadeo I en 1873 y la proclamación de la Primera República.

La muerte de Enrique de Borbón fue el final de una vida intensa y turbulenta, que reflejó los conflictos y las contradicciones de la España del siglo XIX. Enrique fue un infante rebelde, un duque progresista y un hombre de honor, que defendió sus ideas y sus sentimientos hasta el último momento. Su figura ha sido reivindicada por la historiografía como un ejemplo de patriotismo, liberalismo y humanismo.

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