Durante décadas, los informes científicos han sonado como una alarma que pocos querían escuchar. Pero el último pronóstico de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado hace unos días y basado en las estimaciones del Met Office del Reino Unido, confirma que estamos atravesando un umbral decisivo: entre 2025 y 2029, es probable que el mundo viva sus años más cálidos hasta la fecha, con una posibilidad real de que las temperaturas globales anuales superen los 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales. No es un escenario lejano ni hipotético. Está a la vuelta de la esquina.
La OMM asegura que hay un 80 % de probabilidad de que, durante los próximos cinco años, al menos un año supere el récord térmico actual, registrado en 2024. Más aún, hay un 86 % de probabilidad de que uno de esos años rebase los 1,5 °C de calentamiento global respecto al periodo 1850-1900. Y lo que tal vez sea más inquietante: el riesgo de que el promedio de todo el lustro también supere ese umbral ha subido al 70 %, cuando hace solo un año era del 47 %.
Es decir, no se trata de un pico aislado, sino de una tendencia. El mundo se acerca con rapidez a un punto de inflexión climático, y los efectos no se harán esperar.
¿Qué implica superar los 1,5 °C?
El Acuerdo de París, firmado en 2015, estableció como objetivo limitar el calentamiento global por debajo de los 2 °C, con un esfuerzo especial por no superar los 1,5 °C. Este umbral se fijó no solo por razones científicas, sino también humanas: representa la frontera a partir de la cual los fenómenos extremos se intensifican y los ecosistemas comienzan a desestabilizarse de forma irreversible.
Aunque el informe de la OMM aclara que estos cruces serán puntuales y que el calentamiento sostenido aún está por debajo de ese límite, las implicaciones de exceder temporalmente los 1,5 °C son graves. Cada décima de grado adicional se traduce en más olas de calor, lluvias torrenciales, huracanes devastadores, incendios forestales y sequías prolongadas. Además, compromete los ciclos agrícolas, pone en riesgo la seguridad hídrica y agrava el desplazamiento de poblaciones en regiones vulnerables.
El Ártico se calienta tres veces más rápido
Uno de los datos más impactantes del informe es el comportamiento térmico del Ártico. Según las proyecciones, durante los próximos cinco inviernos (de noviembre a marzo), esta región registrará un aumento promedio de 2,4 °C respecto al periodo de referencia 1991-2020. Eso es más de tres veces el promedio mundial.
Este calentamiento acelerado en el Ártico no solo afecta al hielo marino, que sigue disminuyendo de forma alarmante, sino que altera los patrones meteorológicos globales. El deshielo masivo reduce la capacidad de reflexión solar de la superficie terrestre (el llamado efecto albedo), lo que a su vez incrementa la absorción de calor y agrava el calentamiento. Además, modifica las corrientes de aire en la atmósfera, lo que puede intensificar eventos extremos en latitudes más bajas, desde inundaciones en Asia hasta inviernos caóticos en Europa.
Lluvias más extremas y sequías en lugares clave
El agua será, sin duda, uno de los protagonistas de este nuevo escenario. Las proyecciones para el periodo de mayo a septiembre de 2025-2029 muestran patrones de precipitación muy distintos según la región. El Sahel africano, el norte de Europa, Alaska y Siberia podrían enfrentar un incremento de lluvias, mientras que la Amazonía experimentará una sequía prolongada que pondrá aún más en jaque al mayor pulmón verde del planeta.
La región de Asia meridional, tradicionalmente afectada por monzones intensos, continuará mostrando condiciones más húmedas que la media. Esto, sin embargo, no significa estabilidad. La variabilidad estacional y la imprevisibilidad de los monzones podrían causar alternancia de inundaciones y sequías, dificultando la planificación agrícola y la seguridad alimentaria.
El océano también cambia
Los océanos, que han actuado como amortiguadores del cambio climático absorbiendo más del 90 % del calor adicional acumulado, están mostrando signos de saturación. El informe prevé una reducción constante del hielo marino en el Ártico durante los meses de marzo, especialmente en áreas como el mar de Barents, el de Bering y el de Ojotsk. En septiembre, cuando el hielo alcanza su mínimo anual, se esperan también disminuciones significativas.
En el hemisferio sur, la situación del hielo marino antártico es menos clara, pero las tendencias apuntan igualmente hacia un descenso. Esta pérdida de hielo no es solo una cuestión ambiental: también afecta la circulación oceánica global, modifica hábitats marinos y contribuye al aumento del nivel del mar.
El reloj climático sigue avanzando
Este informe llega en un momento clave. La próxima Cumbre del Clima de Naciones Unidas, la COP30, será una oportunidad para que los países actualicen sus compromisos climáticos y demuestren que las advertencias de la ciencia no caen en saco roto. Porque, como recuerdan los expertos, aunque no se ha cruzado aún el umbral de forma permanente, cada nuevo año cálido reduce nuestro margen de maniobra.
La OMM deja claro que todavía es posible actuar. La ciencia ha afinado su capacidad de predicción, y el conocimiento está al alcance de todos. Pero sin decisiones políticas valientes y acciones concretas a corto plazo, el calentamiento global dejará de ser un escenario potencial para convertirse en la nueva normalidad.