Durante años, el cambio climático se ha presentado como una amenaza lejana, una serie de proyecciones futuras sobre el deshielo de los polos o la subida del nivel del mar. Pero una nueva investigación publicada por Climate Central revela un impacto inmediato, tangible y profundamente humano: el calor extremo está afectando la salud de millones de embarazadas en todo el mundo, aumentando el riesgo de complicaciones graves y partos prematuros.
En un análisis que abarca los cinco años más recientes (2020-2024), la organización examinó las temperaturas diarias en 247 países y 940 ciudades, enfocándose en los llamados “días de riesgo térmico para el embarazo”. Estos días son aquellos en los que las temperaturas máximas superan el 95% de los valores históricos locales, una condición ya vinculada científicamente con un mayor riesgo de parto prematuro.
Los resultados son contundentes: en 222 de los 247 países estudiados, el cambio climático ha duplicado, al menos, el número medio anual de estos días peligrosos. Y en 78 de ellos, el incremento equivale a un mes extra de calor extremo cada año. No se trata de una advertencia futura: ya está sucediendo.
Las regiones más afectadas: una combinación letal de vulnerabilidad y exposición
Los mayores aumentos de días de riesgo se han concentrado en zonas especialmente vulnerables, como el Caribe, partes de América Central y del Sur, el sudeste asiático, algunas islas del Pacífico y gran parte del África subsahariana. Lugares donde el acceso a la atención médica es limitado, el aire acondicionado es un lujo y el calor no es solo un malestar, sino una amenaza directa.
En algunos países, prácticamente todos los días peligrosos registrados en los últimos cinco años fueron provocados por el cambio climático. Palau, por ejemplo, registró 77 días de calor extremo al año, de los cuales 76 no habrían ocurrido sin la influencia humana sobre el clima. La situación se repite en lugares como Micronesia, Tuvalu o las Seychelles.
Este patrón también se refleja en ciudades concretas: en Weno (Micronesia), Victoria (Seychelles) o Riyadh (Arabia Saudita), casi todos los días de riesgo para embarazadas se atribuyen a la acción humana sobre el clima. En algunos casos, el número de días añadidos equivale a más de una quinta parte de la duración total de un embarazo.
¿Por qué el calor extremo es tan peligroso durante el embarazo?
La exposición al calor extremo durante el embarazo está vinculada a un abanico de riesgos sanitarios. Desde la deshidratación y el agotamiento por calor hasta la preeclampsia, la hipertensión gestacional y, lo más preocupante, el parto prematuro.
El cuerpo de una mujer embarazada ya está sometido a una carga cardiovascular y metabólica significativa. Añadir calor intenso a esa ecuación puede desequilibrar los sistemas de termorregulación, afectar la circulación placentaria y desencadenar respuestas inflamatorias que adelanten el parto. Incluso un solo día de calor extremo puede bastar para incrementar los riesgos.
Y esto no solo compromete la salud de la madre. Los bebés nacidos antes de tiempo enfrentan un mayor riesgo de problemas respiratorios, dificultades de aprendizaje, enfermedades crónicas e incluso muerte en los primeros días de vida.
Un problema creciente… y silencioso
Uno de los aspectos más inquietantes del informe es que estos impactos están ocurriendo sin que la mayoría de los gobiernos los tenga en el radar. Mientras los incendios forestales y las olas de calor ocupan titulares, la amenaza al embarazo por temperaturas extremas apenas figura en las agendas de salud pública.
Esto se agrava en un contexto de recortes a la vigilancia climática y sanitaria en países como Estados Unidos, donde organismos clave como NOAA y los CDC han visto reducidos sus recursos, limitando su capacidad para emitir alertas, abrir centros de enfriamiento y proteger a los más vulnerables.
A pesar de los esfuerzos locales, muchas embarazadas no tienen acceso ni siquiera a una habitación ventilada o un lugar donde refugiarse del calor. En zonas rurales o barrios empobrecidos, el riesgo se multiplica.
Más allá del calor: una tormenta perfecta
El informe también subraya que el calor extremo no es el único factor climático que amenaza la salud materna. La contaminación del aire, especialmente por partículas finas (PM2.5), también se ha relacionado con complicaciones durante el embarazo, como hipertensión y bajo peso al nacer. A esto se suman las inundaciones, que pueden contaminar el agua potable, destruir infraestructura sanitaria y provocar infecciones peligrosas.
Todo esto en un contexto donde, según la OMS, los avances en salud materna se han estancado desde 2016. Ahora, con el cambio climático exacerbando múltiples riesgos al mismo tiempo, existe una amenaza real de retroceso.
¿Qué se puede hacer?
El informe no se limita a advertir. También propone vías de acción: desde políticas públicas que garanticen acceso a sistemas de refrigeración seguros y asequibles, hasta estrategias comunitarias para detectar embarazos en riesgo y ofrecer apoyo durante las olas de calor.
Además, sugiere que los sistemas de salud integren las variables climáticas en sus protocolos de atención prenatal. Esto implicaría, por ejemplo, alertar a las embarazadas cuando se prevean días peligrosos y ofrecer alternativas como consultas a distancia o traslado a zonas más frescas.
En última instancia, proteger la salud materna ante el cambio climático no solo es una cuestión de equidad y justicia, sino también una inversión en las generaciones futuras. Porque los efectos de un parto prematuro o una complicación grave no se limitan a unos días o semanas: pueden marcar una vida entera.
El futuro se decide ahora
El estudio de Climate Central no deja lugar a dudas: el cambio climático ya está afectando a las embarazadas en todo el mundo. No se trata de una posibilidad, sino de una realidad documentada con datos científicos, mapas interactivos y análisis estadísticos rigurosos.
La pregunta ya no es si el calor extremo es una amenaza para el embarazo. La verdadera cuestión es qué vamos a hacer al respecto.