Estados Unidos sufre el peor brote de sarampión en más de 30 años: por qué preocupa tanto a los epidemiólogos

Con más de 1.500 contagios, tres muertes infantiles y comunidades enteras sin inmunidad, el sarampión ha regresado con fuerza a Estados Unidos, desatando el mayor brote en más de tres décadas y reabriendo el debate sobre el impacto real de la desinformación antivacunas.
Vuelve el sarampión a Estados Unidos con cifras alarmantes Vuelve el sarampión a Estados Unidos con cifras alarmantes
Vuelve el sarampión a Estados Unidos con cifras alarmantes. Foto: Istock

Puntos clave

  • Estados Unidos registra más de 1500 casos de sarampión en lo que llevamos de año, la cifra más alta desde 1992
  • El 92% de los contagios afectan a personas no vacunadas o con estado vacunal desconocido
  • Tres menores han muerto y más de 200 han sido hospitalizados por complicaciones graves

El sarampión, una enfermedad que muchos daban por erradicada en el mundo desarrollado, está viviendo un inesperado y preocupante regreso en Estados Unidos. En lo que va de 2025, el país ha registrado 1.544 casos confirmados, tal y como informaron los CDC esta semana, una cifra que no se veía desde principios de los años noventa y que está generando alarma entre profesionales sanitarios y epidemiólogos. Aunque existe una vacuna altamente eficaz y segura, la cobertura vacunal ha disminuido lo suficiente en ciertas comunidades como para permitir que el virus vuelva a circular con fuerza.

No en vano, sabemos que el 92% de las infecciones registradas en lo que llevamos de año se han producido en personas que no están vacunadas, o cuyo estado de vacunación es desconocido.

Un virus que parecía controlado, pero nunca desapareció del todo

Hace exactamente 25 años, en el año 2000, los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades) declaraban la eliminación del sarampión como enfermedad endémica en Estados Unidos. Eso no significaba que no pudiera haber casos, sino que no había circulación continua del virus en el país. Cada brote desde entonces había sido contenido de manera efectiva, hasta ahora.

Lo que diferencia al brote actual es su magnitud, su dispersión geográfica y la velocidad con la que se ha propagado. Ya no se trata de focos aislados en comunidades específicas; los contagios se están dando en múltiples estados, desde California hasta Illinois, pasando por Minnesota y Texas.

De hecho, la cifra registrada hasta el momento en 2025 supera con creces el máximo histórico anterior, que ocurrió en 2019, cuando se reportaron un total de 1.274 casos. Además, es la mayor desde el año 1992, cuando se registraron más de 2.000 casos.

El epicentro silencioso: la bajada de las tasas de vacunación

La raíz del problema es tan conocida como difícil de abordar: la caída en las tasas de vacunación infantil, especialmente la del triple vírica (sarampión, paperas y rubéola, conocida como MMR por sus siglas en inglés). Aunque la media nacional de cobertura vacunal sigue siendo alta, bastan pequeñas bolsas de población con coberturas inferiores al 95% para romper la llamada «inmunidad de grupo», y ahí es donde el sarampión encuentra terreno fértil para reaparecer.

Este virus es uno de los más contagiosos que existen: puede permanecer activo en el aire hasta dos horas después de que una persona infectada haya abandonado una habitación. Basta con que una sola persona no vacunada entre en contacto con el virus para que el brote se dispare.

El caso de Minnesota es especialmente revelador. En la última semana, este estado ha reportado diez nuevos contagios (elevando el total estatal a 17 en lo que llevamos de año), muchos de ellos ligados a viajes internacionales a zonas donde el sarampión sigue siendo endémico. Lo inquietante es que varios de estos casos no están conectados entre sí, lo que sugiere múltiples cadenas de transmisión y fallos en la contención inicial.

Hospitalizaciones y muertes: el sarampión no es una enfermedad benigna

Uno de los grandes mitos que persisten sobre el sarampión es que se trata de una enfermedad leve e inofensiva, especialmente para los niños. La realidad es muy diferente. En 2025, al menos 200 menores han requerido hospitalización por complicaciones derivadas del virus, incluyendo neumonía, encefalitis y deshidratación severa. Lo más trágico: tres menores han perdido la vida por causas directamente relacionadas con la infección.

Pero incluso en los casos menos graves, el sarampión puede dejar secuelas. Entre las más preocupantes está un fenómeno conocido como «amnesia inmunitaria», en el que el virus borra parte de la memoria del sistema inmunológico, haciendo que el organismo olvide cómo defenderse de enfermedades que ya había combatido antes. Es decir, el sarampión puede debilitar nuestras defensas frente a otras infecciones durante años.

Un brote alimentado por la desinformación

Más allá de los factores médicos, el brote actual pone de manifiesto un problema profundamente social: la desinformación sobre las vacunas. A pesar de décadas de evidencia científica acumulada, siguen circulando teorías conspirativas que vinculan la vacunación con el autismo u otros efectos secundarios infundados.

La situación ha empeorado con el respaldo de figuras públicas influyentes que han cuestionado la seguridad de las vacunas. De hecho, tanto el presidente Donald Trump como el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., han defendido recientemente la desacreditada teoría de que la vacuna triple vírica podría estar relacionado con trastornos del desarrollo. Además, han propuesto desagregar la vacuna triple vírica en tres dosis separadas, una medida que podría reducir la adherencia al calendario vacunal y generar más confusión entre los padres.

¿Podría volver a hacerse endémico el sarampión en EE. UU.?

Esta es la pregunta que ronda la cabeza de los expertos. Si el número de casos continúa creciendo y las tasas de vacunación no mejoran, Estados Unidos corre el riesgo de perder su estatus como país libre de sarampión. Esto implicaría un regreso a una época en la que los brotes eran comunes y las complicaciones, rutinarias.

Los CDC advierten que aún se está a tiempo de revertir la situación, pero se necesita un esfuerzo coordinado entre autoridades sanitarias, gobiernos estatales y federales, y, sobre todo, la sociedad civil. Reforzar la educación en salud, garantizar el acceso a las vacunas y combatir la desinformación con campañas claras y basadas en evidencia son tareas urgentes.