Robert F. Kennedy Jr., secretario de Salud de EE. UU., desata la polémica al declarar que nadie debería seguir sus consejos médicos

La frase ha generado una tormenta política y científica en plena crisis sanitaria, mientras el país enfrenta el peor brote de sarampión en más de dos décadas.
Robert Kennedy Jr. desconcierta al Congreso con una frase insólita sobre salud en plena crisis de sarampión Robert Kennedy Jr. desconcierta al Congreso con una frase insólita sobre salud en plena crisis de sarampión
Robert Kennedy Jr. desconcierta al Congreso con una frase insólita sobre salud en plena crisis de sarampión. Foto: Istock

El secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., compareció esta semana ante el Congreso en una audiencia prevista para discutir los recortes propuestos por el gobierno de Donald Trump al sistema de salud federal. Pero lo que realmente acaparó los titulares no fue el presupuesto, sino una frase que dejó atónitos a legisladores, médicos y ciudadanos por igual: “No creo que la gente deba tomar consejos médicos de mí”.

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La declaración, recogida en la nota oficial de CBS News y repetida en varias ocasiones durante la sesión, resuena como una ironía brutal viniendo del principal responsable de la política sanitaria de la nación. Kennedy, conocido por sus posturas críticas y desinformadas sobre las vacunas, evitó responder directamente si vacunaría hoy a sus propios hijos contra enfermedades como el sarampión, la polio o la varicela. “Probablemente por el sarampión”, balbuceó ante el congresista demócrata Mark Pocan, antes de reafirmar que sus opiniones “son irrelevantes”.

Un negacionista en el centro de la salud pública

La situación no sería tan grave si se tratara de un ciudadano cualquiera. Pero Kennedy, sobrino del expresidente John F. Kennedy, ocupa ahora un cargo clave en la salud pública de EE. UU., supervisando agencias como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y el Instituto Nacional de Salud (NIH). Su historial como uno de los activistas antivacunas más influyentes del país levanta serias preocupaciones.

No es solo que no quiera dar consejos: su presencia al frente del HHS (Health and Human Services) implica precisamente lo contrario. “Su responsabilidad principal es brindar la mejor orientación médica posible al país”, advirtió Georges Benjamin, director ejecutivo de la Asociación Americana de Salud Pública, a ABC News. “Renunciar a esa función equivale a abdicar de su trabajo”.

Kennedy no es ajeno a la polémica. En 2019, jugó un papel clave en el rechazo a la vacunación en Samoa, donde una campaña antivacunas contribuyó a una epidemia de sarampión que mató a 83 personas, la mayoría niños. Aunque después pidió públicamente que se vacunara la población, también difundió afirmaciones falsas sobre el contenido de la vacuna MMR (sarampión, paperas, rubéola), incluyendo que contenía “restos de fetos abortados”, una idea totalmente desmentida por la ciencia.

Un país con más de mil casos de sarampión… y contando

El momento no podría ser más delicado. Estados Unidos atraviesa el peor brote de sarampión desde el año 2000, con más de 1.000 casos confirmados en al menos 30 estados. Solo en Texas, se han registrado más de 700 infecciones, incluidas las muertes de dos niños no vacunados.

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Los expertos llevan semanas alertando del riesgo de volver a enfermedades que se consideraban prácticamente erradicadas gracias a las vacunas. El propio Kennedy, en una entrevista reciente con CBS News, reconoció finalmente la eficacia del inmunizante, aunque añadió que “el gobierno no debería obligar a nadie a vacunarse”.

Pero durante las audiencias, volvió a esquivar las preguntas clave. ¿Polio? “No quiero dar consejos”. ¿Varicela? “No voy a responder”. Ante la frustración evidente de los senadores, el demócrata Chris Murphy zanjó: “El secretario de Salud ya no recomienda las vacunas contra el sarampión. Eso es peligroso”.

Recortes históricos y despidos masivos

Mientras el foco mediático se centraba en sus declaraciones, el contenido de la audiencia revela una reestructuración profunda y alarmante del sistema sanitario. El presupuesto propuesto por Trump y defendido por Kennedy incluye un recorte del 40% al NIH, pasando de 48.000 a 27.000 millones de dólares. Se eliminarán institutos enteros, especialmente aquellos dedicados a la salud de las minorías y la investigación internacional.

A la par, el Departamento de Salud ha despedido a unos 20.000 empleados, incluyendo científicos, médicos y técnicos. Entre ellos estaba el Dr. Richard Youle, galardonado con el Breakthrough Prize por su investigación sobre la muerte celular en enfermedades neurodegenerativas. Los recortes también afectan a programas esenciales como la prevención del envenenamiento por plomo, el registro nacional de cáncer en bomberos y el seguimiento sanitario de los afectados por el 11-S.

Una salud pública al borde del colapso

La comunidad médica teme que estas decisiones tengan consecuencias catastróficas. “Están desmontando la salud pública desde dentro”, denunció Julie Nickson, de la American Cancer Society. El plan también incluye añadir requisitos laborales para acceder a Medicaid —el mayor programa de seguros médicos del país— y eliminar subsidios clave del Obamacare. El resultado, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, podría dejar a 13,7 millones de estadounidenses sin cobertura médica.

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Pese a las críticas, Kennedy ha mantenido una actitud evasiva durante sus comparecencias. “No puedo dar detalles. Estamos bajo orden judicial de no planificar más reorganizaciones”, afirmó. Pero el experto en derecho sanitario Lawrence Gostin desmontó ese argumento: “Eso es un disparate. Tiene el deber de explicar por qué estos cambios son necesarios y cómo beneficiarán al público”.

Una gestión marcada por la opacidad y el caos

Además de los recortes, Kennedy ha propuesto ideas inusuales, como sustituir los estudios con animales por inteligencia artificial en el desarrollo de fármacos. Científicos como Derek Lowe, experto en química orgánica, tacharon la propuesta de “tontería”. “Estamos a años de distancia de eso. Decirlo ahora es puro humo”.

También ha reinstaurado ciertos programas, aparentemente por presión política. Por ejemplo, ha readmitido a 328 empleados en el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH) y en el Programa de Salud del World Trade Center, que atiende a las víctimas del 11-S. Sin embargo, no se ha dado ninguna explicación de por qué se salvan estos departamentos y otros no. “¿Hay un teléfono especial para salvar programas?”, ironizó la congresista Rosa DeLauro.

¿Qué futuro le espera a la salud pública en EE. UU.?

La frase de Kennedy ha quedado grabada en las actas del Congreso y en la conciencia pública: “No deberían tomar consejos médicos de mí”. Pero como señalaban algunos periodistas, el problema no es que no dé consejos, sino que sus acciones están marcando el rumbo de la salud de millones.

Desde dentro del gobierno, Kennedy ha tenido la oportunidad de revertir su legado antivacunas y ganarse la confianza de la comunidad científica. Pero hasta ahora, ha optado por el silencio, la ambigüedad y el recorte de estructuras esenciales.

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El tiempo dirá si sus decisiones tendrán un coste irreversible. Por ahora, la salud pública estadounidense avanza, peligrosamente, sin brújula.

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