El Ártico esconde microbios capaces de frenar la liberación de la ‘bomba de metano’ contenida en el permafrost: el hallazgo desafía la idea de una catástrofe climática inevitable

Un nuevo estudio revela que microbios árticos podrían impedir que el metano llegue a la atmósfera, desactivando la temida “bomba de metano”.
Mientras el deshielo del permafrost avanza, un nuevo estudio revela un hallazgo que podría reescribir los pronósticos climáticos más alarmistasMientras el deshielo del permafrost avanza, un nuevo estudio revela un hallazgo que podría reescribir los pronósticos climáticos más alarmistas
Mientras el deshielo del permafrost avanza, un nuevo estudio revela un hallazgo que podría reescribir los pronósticos climáticos más alarmistas. Foto: Istock

En el helado subsuelo del Ártico, allí donde la tierra lleva congelada miles de años, se esconde un ejército microscópico que podría estar evitando una catástrofe climática. Durante décadas, los científicos han advertido del llamado “bomba de metano del permafrost”: una liberación masiva de este potente gas de efecto invernadero debido al deshielo causado por el calentamiento global. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que esta amenaza podría no ser tan inevitable como se pensaba.

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El estudio, publicado en la revista Communications Earth & Environment por un equipo internacional liderado desde la Universidad de Greifswald, ha analizado 621 muestras de suelos árticos, incluyendo tanto permafrost intacto como zonas degradadas cerca de Fairbanks, en Alaska. El objetivo: entender qué tipos de microorganismos habitan estos suelos y cómo se comportan ante el deshielo.

El resultado ha sorprendido incluso a los propios investigadores. Lejos de encontrar una diversidad masiva de bacterias y arqueas implicadas en el ciclo del metano, descubrieron una comunidad sorprendentemente reducida y dominada por unas pocas especies clave. Pero lo más inesperado fue el descubrimiento de un desequilibrio que podría tener consecuencias globales: en los suelos más secos, los microbios que consumen metano superan en número a los que lo producen.

Los guardianes invisibles del metano

Los protagonistas de esta historia microscópica son dos tipos de organismos: los metanógenos, que generan metano en condiciones anaeróbicas; y los metanotrofos, que lo consumen antes de que alcance la atmósfera. El metano es unas 30 veces más potente que el dióxido de carbono como gas de efecto invernadero, por lo que su control es crucial para frenar el cambio climático.

Según el estudio, un solo género bacteriano, Methylobacter, domina los suelos del Ártico como principal consumidor de metano. Este microbio, altamente especializado, actúa como un filtro biológico que impide que gran parte del metano generado en capas profundas llegue al aire. Lo más notable es que este mecanismo natural es más eficiente en suelos secos, precisamente los que proliferan tras el deshielo en regiones bien drenadas.

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En otras palabras: si el permafrost se derrite pero el terreno se mantiene seco y oxigenado, la actividad de los metanotrofos puede contrarrestar —e incluso superar— la producción de metano de los metanógenos. Esto implica que, en lugar de liberar grandes cantidades de gas, algunas zonas podrían transformarse en sumideros naturales de metano.

¿Una bomba climática desactivada?

Desde hace años, la narrativa dominante ha sido que el deshielo del Ártico liberará grandes reservas de carbono orgánico atrapado en el suelo, que será degradado por microbios y emitido como metano. Esta visión apocalíptica ha alimentado numerosos titulares y debates políticos. Pero la nueva evidencia sugiere que el panorama podría ser más complejo —y en ciertos casos, menos dramático.

El factor clave es el agua. En las zonas donde el deshielo provoca anegamiento y suelos saturados, los metanógenos encuentran un entorno ideal para producir metano. Pero en terrenos secos, oxigenados, y bien drenados, estos pierden terreno frente a los metanotrofos que, incluso, pueden capturar metano directamente del aire.

Este fenómeno no se limita al Ártico. Investigaciones paralelas han detectado patrones similares en regiones glaciares de Alaska, donde otros tipos de microbios, como los que metabolizan hierro, también están desplazando a los productores de metano. Estos hallazgos emergentes apuntan a la existencia de múltiples mecanismos naturales de autorregulación climática basados en la competencia microbiana.

Preguntas aún sin respuesta

A pesar de las esperanzas que despierta este hallazgo, los científicos insisten en que aún queda mucho por estudiar. El artículo no mide directamente los flujos reales de metano liberado o absorbido por estos suelos, sino que analiza la presencia relativa de microbios productores y consumidores. Es un primer paso necesario, pero insuficiente para determinar el impacto neto en la atmósfera.

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Además, el futuro del Ártico sigue siendo incierto. Los modelos climáticos no pueden predecir con seguridad si las regiones afectadas por el deshielo serán predominantemente húmedas o secas. Y ese detalle —aparentemente técnico— puede marcar la diferencia entre un Ártico que agrave el calentamiento global o que actúe como un regulador natural.

Otro reto es comprender cómo la vegetación cambiante y otros factores del ecosistema afectarán la actividad microbiana. El equilibrio observado entre metanógenos y metanotrofos puede alterarse con nuevas plantas, ciclos de nutrientes o variaciones en la capa activa del suelo.

La verdadera novedad de este trabajo radica en su enfoque panorámico. A diferencia de estudios previos centrados en puntos geográficos concretos, aquí se ha trazado un mapa microbiológico a escala pan-Ártica. Desde Canadá hasta Siberia, pasando por Groenlandia, los investigadores han encontrado una sorprendente homogeneidad en la composición de estas comunidades microbianas, dominadas por pocos pero influyentes actores.

Este tipo de conocimiento es clave para mejorar las predicciones climáticas. Hasta ahora, la mayoría de modelos asumían que el deshielo del permafrost conllevaría una liberación masiva de metano. Pero al integrar datos microbiológicos, se abre la puerta a simulaciones más realistas que consideren la respuesta dinámica de los suelos y sus microbios.

Si algo demuestra este estudio es que la Tierra es un sistema complejo, capaz de generar respuestas inesperadas ante perturbaciones. En un momento en que las noticias sobre el clima tienden al catastrofismo, esta investigación aporta un matiz esperanzador, aunque no exento de cautela.

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Porque, como siempre en ciencia, una buena noticia no es el final de una historia, sino el comienzo de nuevas preguntas.

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