Durante décadas creyeron que era un T. rex adolescente, pero este fósil enterrado durante millones de años escondía un depredador desconocido (hasta ahora)

Un nuevo estudio confirma que Nanotyrannus fue una especie real, adulta y cazadora, y no un simple T. rex joven como se pensó durante décadas.
Descubren que el T. rex no fue el único gran depredador del Cretácico Descubren que el T. rex no fue el único gran depredador del Cretácico
¿El T. rex tenía competencia? Descubren que no fue el único gran depredador del Cretácico. Ilustración: Anthony Hutchings

Durante más de 30 años, una pregunta ha dividido a la paleontología: ¿existió realmente un dinosaurio llamado Nanotyrannus, o era simplemente un T. rex que no había terminado de crecer? La polémica ha sido tan feroz como fascinante. Para muchos, la idea de un “mini T. rex” resultaba redundante, incluso incómoda. ¿Cómo aceptar que el depredador más icónico del mundo compartía territorio con un competidor directo?

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Ahora, un estudio publicado en la revista Nature zanja el debate con una contundencia poco habitual en este campo. Gracias al análisis detallado de un fósil extraordinario hallado en Montana —conocido como los “dinosaurios duelistas”—, los investigadores han demostrado que Nanotyrannus fue una especie real, adulta y distinta de Tyrannosaurus rex.

Este hallazgo no es menor. Es una reescritura de una parte central del relato sobre los últimos días del Cretácico, un capítulo nuevo en la historia de los grandes depredadores que dominaron la Tierra antes del impacto que lo cambió todo.

Una escena congelada en el tiempo

El fósil protagonista de esta historia fue descubierto en 2006, pero no fue hasta hace pocos años que entró en manos de científicos. Se trata de un ejemplar excepcional: un Triceratops y un pequeño tiranosaurio fosilizados juntos, como si la lucha entre presa y depredador hubiera quedado interrumpida por el tiempo.

Durante años se pensó que el tiranosaurio más pequeño era un joven T. rex, pero algo no cuadraba. Su esqueleto no mostraba señales de crecimiento activo. Sus proporciones eran distintas. Y, lo más desconcertante, tenía rasgos anatómicos que no encajaban con ninguna etapa de desarrollo del T. rex.

Los investigadores sometieron el fósil a análisis de alta resolución, incluyendo escaneos internos y estudios microscópicos de los huesos. Lo que encontraron fue claro: el dinosaurio tenía al menos 20 años y no estaba creciendo. Había alcanzado su tamaño adulto, que era menos de la mitad del de un T. rex. Y además, presentaba características únicas que no podían explicarse por una simple diferencia de edad.

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Un cazador ágil en la sombra del gigante

Mientras el T. rex era una máquina de matar de más de 8 toneladas, construida para aplastar huesos con su mandíbula, Nanotyrannus parece haber jugado otro papel. Más pequeño, con extremidades más largas y un cuerpo más liviano, habría sido un depredador más rápido, capaz de perseguir presas ágiles.

No se trataba de un reemplazo, sino de un complemento en el ecosistema. Mientras el T. rex dominaba como superdepredador, Nanotyrannus ocupaba un nicho intermedio, posiblemente alimentándose de presas más pequeñas o cazando en manada.

Esta coexistencia no es tan extraña como parece. En otros lugares del mundo, como Asia, también se ha documentado la presencia simultánea de grandes y pequeños tiranosaurios. Lo que este descubrimiento aporta es la confirmación de que América del Norte también fue hogar de más de un gran depredador en los últimos milenios antes de la extinción masiva.

La confusión entre Nanotyrannus y los juveniles de T. rex ha distorsionado durante años los estudios sobre el crecimiento y desarrollo de estos animales. Muchos modelos que explicaban cómo crecía el T. rex —desde su dieta hasta su comportamiento— estaban basados en esqueletos que ahora se sabe que no eran suyos.

Entre ellos, el famoso fósil apodado “Jane”, que durante años fue presentado como el mejor ejemplo de un T. rex adolescente. Según el nuevo estudio, ese ejemplar también pertenece a Nanotyrannus, pero a una especie diferente dentro del mismo género.

Esto obliga a revisar buena parte de la bibliografía científica reciente. Las implicaciones son profundas: no solo cambia lo que sabíamos del T. rex, sino que también se abre la posibilidad de que otros fósiles hayan sido mal clasificados. Es posible que haya más especies esperando ser identificadas entre los restos ya recolectados.

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El poder de un fósil silencioso

Lo más asombroso de este hallazgo es cómo un solo fósil, cuidadosamente estudiado, puede cambiar décadas de consenso. En un campo como la paleontología, donde cada hueso es una pista fragmentaria de un pasado remoto, la revisión constante de lo que creemos saber es parte del juego. Pero pocas veces una pieza mueve tantas fichas.

El caso de Nanotyrannus no es solo una victoria para la ciencia rigurosa. Es también una lección sobre los prejuicios en la investigación, sobre la necesidad de mirar de nuevo incluso lo que creíamos resuelto. Porque a veces, los gigantes no son los únicos que hacen historia.

Referencias

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