Mientras la comunidad científica advierte que el planeta está entrando en territorio climático desconocido, las declaraciones de Bill Gates han reavivado un viejo debate: ¿es la tecnología la salida o una distracción peligrosa?
A escasos días de que comience la cumbre climática COP30 en Brasil, una figura central del pensamiento tecnológico global ha vuelto a centrar la atención en la lucha contra el cambio climático. Bill Gates, fundador de Microsoft y uno de los filántropos más influyentes del mundo, ha publicado un extenso memorando en el que defiende un enfoque “más humano” para abordar la crisis climática, insistiendo en que las prioridades deben centrarse en reducir la pobreza y mejorar la salud en los países más vulnerables.
A primera vista, sus palabras pueden parecer razonables: nadie negaría que mejorar las condiciones de vida de las poblaciones más desfavorecidas es una prioridad urgente. Pero cuando se comparan estas afirmaciones con los últimos datos científicos sobre el estado del planeta, surge una pregunta incómoda: ¿estamos suavizando el diagnóstico justo cuando más claridad y contundencia necesitamos?
El planeta entra en territorio desconocido
Un informe publicado recientemente en la revista científica BioScience, describe con preocupación cómo la Tierra ha cruzado múltiples umbrales críticos relacionados con el clima. Según el estudio, 20 de los 35 indicadores evaluados —desde las emisiones globales de CO₂ hasta el derretimiento del hielo antártico— han alcanzado niveles sin precedentes. Las olas de calor marinas se han intensificado, los incendios forestales son más agresivos y persistentes, y los sistemas meteorológicos extremos afectan a millones de personas cada año.
Este informe no es un documento alarmista, sino una síntesis rigurosa de los datos más recientes disponibles. En él, los científicos afirman que la humanidad está entrando en un terreno desconocido y peligroso, donde los sistemas naturales del planeta podrían estar acercándose a puntos de no retorno. El documento advierte de que seguir retrasando las medidas drásticas para reducir las emisiones puede acarrear consecuencias irreversibles para la estabilidad climática global.
En este contexto, la publicación del memorando de Gates —en el que matiza la urgencia climática y orienta el debate hacia soluciones más tecnológicas y adaptativas— ha generado un amplio debate, especialmente entre expertos en cambio climático.
Una visión tecnocéntrica frente a la realidad física
Michael E. Mann, climatólogo y uno de los autores del mencionado informe de BioScience, ha sido particularmente crítico con el enfoque de Gates. En un artículo publicado en The Bulletin of the Atomic Scientists, Mann advierte de que la insistencia en las soluciones tecnológicas como vía principal —lo que algunos denominan «tecnooptimismo»— puede resultar peligrosa. No porque la tecnología no sea necesaria, sino porque a menudo se utiliza como excusa para retrasar acciones más inmediatas y necesarias, como la eliminación progresiva del uso de combustibles fósiles.
Gates propone, por ejemplo, seguir invirtiendo en innovaciones como los reactores nucleares modulares, tecnologías de captura de carbono, o incluso proyectos de geoingeniería como la inyección de aerosoles en la atmósfera para reflejar la luz solar. Aunque muchas de estas propuestas podrían tener un papel en el futuro, la crítica de Mann y otros científicos es que confiar excesivamente en estas soluciones distrae de la tarea más urgente: reducir drásticamente las emisiones actuales mediante el despliegue masivo de tecnologías limpias ya disponibles, como la energía solar, eólica y el almacenamiento energético.
Para los climatólogos, la diferencia entre mitigar y adaptarse no es trivial. Adaptarse es responder a un problema. Mitigar es evitarlo.
¿El clima no es tan grave?
En algunos medios y redes sociales, las palabras de Gates han sido interpretadas como un giro radical en su postura. Titulares como “Bill Gates dice que el cambio climático no es tan grave” se han viralizado rápidamente. Pero lo cierto es que el empresario nunca usó esas palabras. En su memorando, afirma claramente que el cambio climático es un problema “muy importante”, aunque defiende que no destruirá la civilización y que no debe ser tratado como una amenaza apocalíptica.
No obstante, el tono elegido y los énfasis empleados sí representan un cambio en la narrativa, y ese matiz ha sido suficiente para que figuras como Donald Trump, recientemente reelegido presidente de Estados Unidos, proclamaran el “fin del engaño climático”, utilizando el documento de Gates como munición política.
El problema, según Mann, es que relativizar el impacto del cambio climático en un momento de alta sensibilidad puede debilitar la acción colectiva. Especialmente cuando los datos científicos apuntan a que, lejos de disminuir, las señales de alarma están aumentando.
¿Una excusa para la inacción?
Otro de los elementos clave en la crítica de Mann es la relación de Gates con algunas de las soluciones que promueve. Su fondo de inversión Breakthrough Energy ha financiado más de 150 empresas centradas en tecnologías de descarbonización, muchas de ellas con enfoques todavía experimentales o sin viabilidad a corto plazo. Algunas inversiones, como las relacionadas con el gas natural acompañado de captura de carbono, han sido especialmente polémicas, ya que muchos expertos consideran que estas estrategias perpetúan la dependencia de los combustibles fósiles.
Gates insiste en que la innovación es la única vía para hacer que las tecnologías limpias sean competitivas con sus alternativas contaminantes. Su concepto de «prima verde» —el sobrecoste que hoy tiene elegir una opción limpia frente a una contaminante— es central en su discurso. La misión, sostiene, es reducir esa prima a cero. Sin embargo, en sectores como la energía solar o eólica, esa diferencia ya ha desaparecido en muchas regiones, y lo que falta no es innovación, sino voluntad política y regulación.
Reducir la acción climática a un asunto de costes ignora, según los críticos, los impactos económicos mucho mayores de la inacción. Las catástrofes naturales alimentadas por el cambio climático cuestan miles de millones cada año y afectan desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables.
El falso dilema entre clima y desarrollo
Una de las ideas más discutidas del memorando de Gates es que centrarse excesivamente en el clima puede desviar recursos de otras prioridades como la lucha contra la pobreza, el hambre o las enfermedades. Esta afirmación ha sido interpretada por algunos como un intento de enfrentar unas causas contra otras.
Sin embargo, múltiples estudios han demostrado que el cambio climático es un factor multiplicador de riesgos. Afecta a la salud, la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y la estabilidad económica, especialmente en los países con menos recursos. Por tanto, combatir el cambio climático no es una distracción respecto al desarrollo, sino una condición para que ese desarrollo sea sostenible.
Mann recuerda que los mismos países que Gates quiere ayudar a salir de la pobreza son los que más sufrirán los impactos del calentamiento global: sequías más intensas, mayor incidencia de enfermedades transmitidas por vectores, inseguridad alimentaria y desplazamientos forzados.
Reducir las emisiones es, en muchos casos, una forma directa de proteger a los más vulnerables.
El debate que se abre con este cruce de posturas no es nuevo, pero sí urgente. La innovación tecnológica será sin duda una parte esencial de la solución al cambio climático. Pero confiar exclusivamente en tecnologías futuras, mientras se siguen quemando combustibles fósiles y se relaja la presión política, es una estrategia arriesgada.
La historia está llena de momentos en los que la fe ciega en una solución técnica sirvió para posponer decisiones difíciles. En el caso del clima, el tiempo perdido puede no recuperarse. La física atmosférica no responde a buenas intenciones, sino a concentraciones de gases de efecto invernadero.
Lo que proponen los científicos no es ignorar la tecnología, sino combinarla con una transformación profunda de los sistemas energéticos, económicos y sociales. No hay una sola solución milagrosa, sino un conjunto de acciones coordinadas que requieren voluntad política, cooperación internacional y un enfoque centrado en la justicia climática.
¿Qué queremos que signifique COP30?
La cumbre de Brasil se perfila como una oportunidad crucial para redefinir las prioridades. Gates no es un enemigo del clima, y muchos de los proyectos que ha apoyado han tenido impactos positivos. Pero sus palabras, por su influencia global, tienen consecuencias.
En un momento en que los líderes mundiales deben tomar decisiones valientes, es esencial que la narrativa no se aleje de los hechos. No estamos ante un desafío lejano ni ante una amenaza exagerada. La ciencia lo deja claro: el cambio climático ya está aquí y sus efectos se están acelerando.
El debate entre adaptación e innovación, entre desarrollo y mitigación, entre tecnología y transformación, no debe distraernos del objetivo principal: actuar con decisión y rapidez para evitar daños irreversibles. Porque, como recuerdan los científicos, no se puede reiniciar el planeta si lo estrellamos antes.