Descubrimiento sorprendente en Pompeya: arqueólogos encuentran un hormigón que se reparaba solo gracias a una técnica romana olvidada

Un yacimiento congelado por el Vesubio ha revelado el secreto mejor guardado de la arquitectura romana: una curiosa receta de cemento autoreparable.
Los investigadores sustentaron sus conclusiones en el estudio de una obra romana excepcionalmente bien conservada, localizada en Pompeya y detenida en pleno proceso de construcción por la erupción del VesubioLos investigadores sustentaron sus conclusiones en el estudio de una obra romana excepcionalmente bien conservada, localizada en Pompeya y detenida en pleno proceso de construcción por la erupción del Vesubio
Los investigadores sustentaron sus conclusiones en el estudio de una obra romana excepcionalmente bien conservada, localizada en Pompeya y detenida en pleno proceso de construcción por la erupción del Vesubio. Foto: Istock

No fue un templo ni una villa lujosa. Tampoco una estatua ni una pintura mural. Lo que ha dejado boquiabiertos a arqueólogos e ingenieros de todo el mundo es algo que pasaría desapercibido para la mayoría: una pila de mortero seco, olvidada en una obra inacabada de hace 2.000 años. Pero esta pila —junto a fragmentos de muros, herramientas y restos de materiales— se ha convertido en una cápsula del tiempo única que podría reescribir la historia de la ingeniería romana.

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El hallazgo tuvo lugar en Pompeya, en la zona conocida como Regio IX, una parte de la ciudad aún en proceso de excavación; y los resultados de la investigación han sido publicados recientemente en la revista Nature Communications. Allí, justo donde el Vesubio detuvo el tiempo en el año 79 de nuestra era, ha aparecido una obra en pleno desarrollo, con muros aún sin terminar, mezclas preparadas para su uso inmediato y herramientas dispersas como si los obreros fuesen a regresar en cualquier momento. Pero ese momento nunca llegó.

Este sitio, intacto desde hace dos milenios, ha revelado un secreto que llevaba años intrigando a los científicos: cómo lograron los romanos construir estructuras que, aún hoy, resisten terremotos, volcanes y siglos de abandono. Y la respuesta no está solo en los materiales que usaban, sino en cómo los mezclaban.

Durante décadas, se creyó que los romanos seguían una receta estándar descrita por Vitruvio, el célebre arquitecto del siglo I a.C., quien en su tratado “De Architectura” explicaba cómo se elaboraba el opus caementicium, el hormigón romano. Según su método, la cal viva (óxido de calcio) debía apagarse previamente con agua para formar cal hidratada, que luego se mezclaba con cenizas volcánicas —pozzolana— y áridos. Era un proceso meticuloso y efectivo. Pero ahora, este nuevo hallazgo pone en duda esa ortodoxia.

Los antiguos romanos lograron que su hormigón se regenerara por sí solo gracias a una forma muy precisa de combinar sus ingredientes
Los antiguos romanos lograron que su hormigón se regenerara por sí solo gracias a una forma muy precisa de combinar sus ingredientes

Los investigadores, liderados por el ingeniero Admir Masic del MIT, han demostrado que al menos en Pompeya, los constructores usaban una técnica distinta y mucho más sofisticada: la mezcla en caliente. En vez de apagar la cal antes de mezclarla, la combinaban directamente en seco con la pozzolana y los áridos, y solo al final añadían agua. El resultado era una reacción química exótica: el calor generado podía superar los 200 ºC, y el mortero se convertía en una masa viva, capaz de repararse sola con el tiempo.

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La clave está en unas partículas blancas de cal que hasta ahora se consideraban defectos, restos de una mezcla mal hecha. Pero los análisis han demostrado que su presencia era intencional. Estas inclusiones no disueltas de cal viva no solo no eran un error, sino que cumplían una función crucial: al entrar en contacto con la humedad, liberaban calcio, que volvía a reaccionar con los materiales circundantes, rellenando grietas y microfisuras como si el hormigón tuviera vida propia.

En las muestras recogidas en Pompeya, los científicos han hallado estas lime clasts perfectamente conservadas. Han confirmado que proceden de cal viva no apagada y que su estructura y composición solo pueden explicarse mediante la técnica del hot mixing. Esto cambia por completo nuestra visión del hormigón romano. No solo por su durabilidad, sino por su capacidad de autorreparación, algo que la ingeniería moderna apenas está empezando a imitar.

Lo más asombroso es que todo esto estaba ahí, congelado en el tiempo. En una estancia de la Domus IX 10,1 —una casa modesta en proceso de restauración tras el terremoto de 62— se han encontrado pilas de materiales perfectamente organizadas: roca volcánica porosa, cerámica rota para reciclar, mortero seco con granos visibles de cal viva y herramientas aún alineadas. Incluso un peso de plomo, probablemente usado para medir proporciones. Es como si los obreros hubieran salido un momento a descansar y nunca hubieran regresado.

Este nivel de conservación no tiene precedentes. A diferencia de otras ruinas romanas, este lugar ofrece una fotografía exacta del proceso de construcción. No vemos el resultado final, sino el proceso interrumpido. Esto ha permitido a los científicos observar, analizar y entender cada etapa: desde la mezcla de los materiales hasta su aplicación en los muros.

Los análisis, realizados con técnicas de última generación —microscopía, difracción de rayos X, espectroscopía de infrarrojos y análisis isotópicos— han confirmado la naturaleza altamente reactiva del mortero. La estructura de los lime clasts, su porosidad y su distribución dentro de la matriz cementicia revelan un diseño intencional, no un descuido.

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En el atrio 2 de la Regio IX, recientemente excavada en el Parque Arqueológico de Pompeya, aparecieron hileras ordenadas de tejas cerámicas junto a un apilamiento de bloques de toba amarilla, claramente dispuestos para ser reutilizados en las labores de reconstrucción que estaban en marcha
En el atrio 2 de la Regio IX recientemente excavada en el Parque Arqueológico de Pompeya aparecieron hileras ordenadas de tejas cerámicas junto a un apilamiento de bloques de toba amarilla claramente dispuestos para ser reutilizados en las labores de reconstrucción que estaban en marcha

Más allá de la arqueología, este descubrimiento tiene implicaciones directas para el presente. El hormigón moderno, basado en cemento Portland, es fuerte pero frágil a largo plazo. Se agrieta, se degrada y necesita mantenimiento constante. En cambio, el opus caementicium romano, con su mezcla en caliente, no solo ha resistido siglos bajo tierra, sino también el mar, terremotos e incluso erupciones volcánicas.

Los expertos creen que entender este método podría ayudar a desarrollar nuevas fórmulas de hormigón sostenible, duradero y con menor huella de carbono. Y no solo para infraestructuras nuevas: también permitiría restaurar monumentos romanos con materiales compatibles y auténticos.

Este hallazgo también pone en perspectiva el papel de Vitruvio. Aunque su tratado ha sido la guía durante siglos, es posible que describiera un método anterior, o más formal, mientras que en la práctica, los constructores experimentaban y mejoraban sus técnicas. La arqueología, una vez más, revela que la historia escrita solo cuenta una parte.

El descubrimiento ha sido aplaudido por arqueólogos y expertos de todo el mundo. No es para menos. En un rincón olvidado de Pompeya, donde una obra quedó suspendida en el tiempo, se ha desenterrado uno de los secretos más revolucionarios de la ingeniería antigua. Un secreto que no solo ayuda a entender cómo pensaban y trabajaban los romanos, sino que podría transformar la forma en que construimos el mundo hoy.

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