El autismo es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta a la comunicación, el comportamiento y el aprendizaje de las personas que lo padecen. Se estima que uno de cada 160 niños tiene algún grado de autismo, según la Organización Mundial de la Salud.
Aunque se desconoce la causa exacta del autismo, se cree que está determinado por una combinación de factores genéticos y ambientales, que pueden incluir medicamentos, que influyen en el desarrollo del cerebro.
Sin embargo, no existe ninguna evidencia científica que respalde la idea de que el autismo esté relacionado con las vacunas, en particular con la vacuna triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés), que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola.
Esta idea fue propuesta por primera vez en 1998 por Andrew Wakefield, un médico gastroenterólogo y cirujano británico, que publicó un estudio en la prestigiosa revista médica The Lancet, en el que vinculaba los síntomas inflamatorios del intestino en 12 niños autistas con la vacuna MMR.
Su teoría era que la vacuna podía causar una inflamación intestinal que provocaba el síndrome del intestino permeable, permitiendo que las proteínas nocivas llegaran al cerebro y causaran el autismo. Este estudio desató una gran alarma social y una caída de la confianza en la vacunación, tanto en el Reino Unido como en otros países.
Sin embargo, el estudio de Wakefield tenía graves limitaciones científicas y éticas, que fueron puestas de manifiesto por numerosos críticos y expertos. Entre ellas, se destacan las siguientes:
- El estudio era un caso clínico con una muestra muy pequeña y sin grupo de control, lo que impedía establecer una relación causal entre la vacuna y el autismo.
- El estudio se basaba en la memoria y las creencias de los padres, que podían estar sesgadas o influenciadas por otros factores.
- El estudio no tenía en cuenta otras posibles causas del autismo, como los factores genéticos o ambientales.
- El estudio no fue replicado ni confirmado por otros investigadores independientes, que realizaron estudios epidemiológicos con muestras más amplias y representativas, y que no encontraron ninguna evidencia de una asociación entre la vacuna MMR y el autismo.
- El estudio fue financiado por un abogado que representaba a los padres de los niños afectados, que estaban demandando a los fabricantes de la vacuna, lo que suponía un conflicto de interés por parte de Wakefield.
- El estudio fue realizado sin el consentimiento informado de los padres ni la aprobación ética de las autoridades sanitarias, lo que suponía una violación de los principios éticos de la investigación médica.
Estas irregularidades fueron descubiertas por el periodista Brian Deer, del periódico The Sunday Times, que inició una investigación sobre Wakefield y su estudio en 2004. A raíz de sus hallazgos, el Consejo General Médico del Reino Unido (GMC, por sus siglas en inglés) abrió un proceso disciplinario contra Wakefield y sus colaboradores, que duró seis años y fue el más largo de la historia del GMC. En 2010, el GMC declaró a Wakefield culpable de mala conducta profesional y le retiró la licencia médica. Ese mismo año, la revista The Lancet retiró el estudio de Wakefield por considerarlo fraudulento y sin validez científica.
A pesar de la desacreditación y el desprestigio de Wakefield y su estudio, sus teorías sobre las vacunas y el autismo siguen teniendo una gran influencia en algunos sectores de la población, que se oponen a la vacunación por miedo a sus posibles efectos adversos. Estos grupos, conocidos como antivacunas o antivaxxers, difunden información falsa y engañosa sobre las vacunas, y ponen en riesgo la salud pública al favorecer la reaparición de enfermedades infecciosas que habían sido controladas o erradicadas gracias a la vacunación.
Por ello, es importante que la sociedad cuente con información veraz y contrastada sobre las vacunas y el autismo, y que confíe en las autoridades sanitarias y los profesionales médicos, que son los que mejor pueden asesorar sobre los beneficios y los riesgos de la vacunación. Las vacunas son una herramienta esencial para prevenir y combatir las enfermedades, y para proteger la salud de las personas y de las comunidades.
El autismo, por su parte, es una condición que requiere de una atención especializada y personalizada, y de un apoyo social e institucional, para mejorar la calidad de vida de las personas que lo padecen y de sus familias.
Sin embargo, y a pesar de que el mito de la relación vacunas—autismo continúa, una copia archivada del antiguo sitio web de Wakefield con sede en Texas, Thoughtful House, nos recuerda que dicha relación no es cierta: en ella se enfatiza que no existe un vínculo establecido entre la vacuna MMR y el autismo. Curioso, ¿no crees?
Referencias:
- Wakefield, A. J., Murch, S. H., Anthony, A., Linnell, J., Casson, D. M., Malik, M., Berelowitz, M., Dhillon, A. P., Thomson, M. A., Harvey, P., Valentine, A., Davies, S. E., & Walker-Smith, J. A. (1998). Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children. Lancet (London, England), 351(9103), 637–641. https://doi.org/10.1016/s0140-6736(97)11096-0
- Retraction–Ileal-lymphoid-nodular hyperplasia, non-specific colitis, and pervasive developmental disorder in children. (2010). Lancet (London, England), 375(9713), 445. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(10)60175-4
- Deer B. How the case against the MMR vaccine was fixed BMJ 2011; 342 :c5347 doi:10.1136/bmj.c5347