Los huracanes son fenómenos meteorológicos extremos que causan estragos en las zonas donde impactan. Pero, ¿sabes por qué se les pone nombres de personas? ¿Qué criterios se siguen para elegirlos? ¿Qué implicaciones sociales y culturales tiene esta práctica?
El uso de nombres para identificar a los huracanes tiene una larga tradición que se remonta a siglos atrás. Antes de que existieran los sistemas de seguimiento y predicción meteorológica, las personas se referían a los huracanes por el lugar, la fecha o la intensidad con que se producían. Así, tenemos ejemplos como el Gran Huracán de 1722, el Huracán de Galveston de 1900, el Huracán del Día del Trabajo de 1935 o el Gran Golpe de 1913. En el Caribe, los huracanes se nombraban según el día del santo católico en que tocaban tierra.
El primer meteorólogo que empezó a asignar nombres propios a los huracanes fue el australiano Clement Wragge a finales del siglo XIX. Inicialmente, usó las letras del alfabeto griego y los nombres de personajes de la mitología griega y romana. Más tarde, adoptó una costumbre más peculiar: ponerles los nombres de los políticos locales que le caían mal, para poder decir en los pronósticos que estaban “causando gran angustia” o “vagando sin rumbo por el Pacífico”. Sin embargo, esta forma de nombrar a los huracanes no tuvo mucha aceptación entre sus colegas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los meteorólogos de la Fuerza Aérea y la Marina de los Estados Unidos que trazaban las tormentas sobre el Pacífico necesitaban una mejor manera de denotar los huracanes al analizar los mapas meteorológicos. Muchos de ellos empezaron a rendir homenaje a sus esposas y novias que habían dejado en casa, poniéndoles sus nombres a los huracanes.
En 1945, el recién formado Buró Nacional del Tiempo (más tarde Servicio Nacional del Tiempo) introdujo un sistema basado en el alfabeto fonético militar, pero para 1953 las opciones se habían agotado.
Al año siguiente, el buró adoptó la práctica informal de los pronosticadores de darles nombres de mujer a los huracanes. Como Estados Unidos lideraba el mundo en la tecnología de seguimiento del tiempo en ese momento, muchos otros países adoptaron la nueva nomenclatura.
¿Cómo se eligen los nombres?
Desde 1979, el Servicio Nacional del Tiempo y la Organización Meteorológica Mundial cambiaron a un inventario alternativo de nombres de hombres y mujeres. (La propuesta de Bolton de usar los nombres de los senadores fue rechazada, al igual que su idea de reemplazar la palabra “huracán”, que le parecía demasiado cercana a “her-icane”, por “him-icane”).
En los últimos años, las listas de nombres, que se predeterminan y rotan cada seis años, se han diversificado aún más para reflejar las muchas regiones donde se producen los ciclones tropicales. Los nombres de las tormentas devastadoras con gran pérdida de vidas y de impacto económico, como Katrina en 2005 y Andrew en 1992, se retiran permanentemente.
Desde 1979, el Servicio Nacional del Tiempo y la Organización Meteorológica Mundial cambiaron a un inventario alternativo de nombres de hombres y mujeres.
Los nombres de los huracanes se asignan por orden alfabético según la temporada y la región. Por ejemplo, en el Atlántico Norte, la primera tormenta de la temporada se llama con una A, la segunda con una B y así sucesivamente. Las letras Q, U, X, Y y Z se omiten por la escasez de nombres que empiezan por ellas.
Cada región tiene su propia lista de nombres, que se repite cada seis años, a menos que algún nombre se retire por ser demasiado destructivo. Así, en el Atlántico Norte, la lista de 2023 se volverá a usar en 2029, salvo que algún nombre se elimine. Si se agotan los nombres de una lista en una temporada, se recurre al alfabeto griego para nombrar las tormentas restantes.
¿Qué controversia hay alrededor de los nombres?
El uso de nombres de personas para los huracanes no está exento de polémica. Algunos estudios han sugerido que los nombres influyen en la percepción del riesgo y la respuesta de la población ante las tormentas.
Por ejemplo, un estudio de 2014 publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences encontró que los huracanes con nombres femeninos se perciben como menos amenazantes y provocan menos evacuaciones que los que tienen nombres masculinos. Esto podría deberse a los estereotipos de género que asocian la masculinidad con la fuerza y la agresividad. Los autores del estudio propusieron usar nombres neutrales o de animales para evitar este sesgo.
Otra crítica al sistema de nombres es que no refleja la diversidad cultural y lingüística de las regiones afectadas por los huracanes. Algunos nombres pueden resultar difíciles de pronunciar, recordar o escribir para las personas que hablan otros idiomas o tienen otros alfabetos. Además, algunos nombres pueden tener connotaciones negativas o ofensivas para ciertos grupos étnicos, religiosos o sociales.
Por ejemplo, en 2017 se generó una polémica por el nombre de Harvey, que coincidía con el del productor de Hollywood acusado de abusos sexuales. Algunas personas pidieron que se cambiara el nombre del huracán para evitar la asociación.