Durante décadas, el dengue fue considerado un problema exclusivo de los trópicos. Un virus persistente, asociado a la pobreza urbana, los sistemas sanitarios débiles y la proliferación del mosquito Aedes aegypti. Pero algo ha cambiado. Y no es menor; el planeta se está calentando, y con cada décima de grado, el dengue encuentra nuevos territorios donde prosperar.
Una nueva investigación publicada en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) ha puesto cifras precisas a una realidad que ya muchos sospechaban: el cambio climático está detrás del aumento silencioso —pero devastador— de esta enfermedad en Asia y América. Y lo más inquietante es que no se trata de una advertencia sobre lo que podría pasar, sino de una constatación sobre lo que ya ha ocurrido.
Un vínculo directo entre temperatura y contagios
El estudio, realizado por un equipo internacional liderado por expertos de Stanford, Harvard y Arizona State, analizó más de 1,4 millones de registros locales de dengue en 21 países, combinando datos epidemiológicos con información climática detallada. ¿El resultado? Aproximadamente el 18% de los casos de dengue registrados entre 1995 y 2014 pueden atribuirse al calentamiento global provocado por la actividad humana.
Esto equivale a más de 4,6 millones de infecciones adicionales cada año. No es un modelo abstracto, es evidencia directa: sin el cambio climático, esos millones de personas no habrían enfermado.
El hallazgo clave del estudio es que el dengue no responde de forma lineal al aumento de la temperatura. Existe un punto óptimo, un «pico térmico» en torno a los 27,8°C, donde la transmisión alcanza su máximo. Por debajo de ese umbral, un aumento de apenas un grado puede duplicar la incidencia de casos. Pero si la temperatura sube más allá de ese pico, la transmisión comienza a disminuir levemente.
Este comportamiento crea una situación paradójica: las regiones ya muy cálidas podrían experimentar ligeros descensos en los casos de dengue, mientras que las zonas más frescas pero en proceso de calentamiento se convertirán en nuevos focos críticos.
Zonas en riesgo: de los Andes al sur de Brasil
El análisis revela que muchas de las regiones más amenazadas por esta expansión no son las que ya sufren dengue de forma habitual, sino aquellas que hasta ahora habían estado protegidas por su clima más templado. Zonas elevadas de México, Bolivia, Colombia, Perú o el sur de Brasil podrían experimentar un crecimiento desproporcionado en los próximos 25 años.
Las proyecciones indican que, si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen su curso actual, la incidencia del dengue podría aumentar entre un 49% y un 76% para el año 2050. Esto significa que más de 260 millones de personas vivirán en lugares donde la enfermedad podría duplicarse.
Además, el mapa de transmisión ya está cambiando. En los últimos años, se han detectado casos autóctonos —es decir, no importados— en California, Texas, Florida, Hawái e incluso en el sur de Europa. Y esta expansión no se explica solo por el mosquito: el clima está allanando el camino.
¿Qué podemos hacer?
El estudio no deja lugar a dudas: incluso en el escenario más optimista, la adaptación será imprescindible. Invertir en sistemas de salud más robustos, intensificar las campañas de control del mosquito y garantizar el acceso equitativo a nuevas vacunas serán medidas clave para enfrentar esta amenaza creciente.
También lanza un mensaje claro. Reducir las emisiones de carbono no solo es una urgencia climática, sino también una estrategia sanitaria global. Menos emisiones hoy podrían traducirse en millones de infecciones evitadas mañana.
La investigación se enmarca en un tipo de análisis cada vez más relevante: los estudios de “atribución climática”. Estos trabajos no solo documentan los impactos del cambio climático, sino que identifican a los responsables y cuantifican los daños. En un contexto donde los efectos del calentamiento global ya están entrando en tribunales y negociaciones internacionales, estudios como este pueden convertirse en herramientas clave para exigir justicia climática y sanitaria.
Una amenaza silenciosa que ya está aquí
Hasta hace poco, el dengue era una enfermedad que solo aparecía en los márgenes del mundo. Hoy, se cuela en los telediarios, en las agendas de los ministerios de salud y en los informes de cambio climático. Y no lo hace solo: el zika, el chikunguña, la fiebre amarilla… todas ellas transmitidas por mosquitos que se sienten cada vez más cómodos en un planeta más cálido.
La conclusión es clara. El cambio climático no es un problema del futuro. Está aquí, ahora, enfermando a millones de personas. Y el dengue, silencioso y persistente, es una de sus expresiones más inquietantes.