En los últimos años, la ciencia del clima ha puesto atención en un fenómeno que ya no sorprende a los habitantes de las grandes ciudades: las tormentas parecen ser más intensas y frecuentes en los entornos urbanos. Un nuevo estudio, publicado en Earth’s Future, ha confirmado lo que muchos meteorólogos han estado observando: las áreas urbanas no solo están calentando su microclima, sino que están cambiando la forma en que las tormentas se comportan.
Este fenómeno, que puede transformar lluvias suaves en verdaderos diluvios concentrados, está siendo impulsado por una combinación de factores urbanos y el cambio climático global. A medida que las ciudades se expanden y el clima global se calienta, los expertos advierten que debemos repensar nuestras infraestructuras para hacer frente a un futuro de tormentas más violentas.
Las ciudades y su influencia en el clima local
El estudio liderado por Herminia Torelló‐Sentelles, investigadora del Instituto de Dinámica de la Superficie Terrestre en la Universidad de Lausana, ha logrado recopilar datos meteorológicos de alta resolución en ocho ciudades de Europa y Estados Unidos para estudiar la evolución de las tormentas. Estas ciudades, que incluyen desde Londres y Berlín hasta Phoenix y Atlanta, presentan climas, tamaños y formas urbanas muy diferentes, pero comparten un denominador común: las tormentas son más intensas dentro de los límites de la ciudad.
Las ciudades generan un fenómeno conocido como isla de calor urbana, donde las superficies de asfalto, hormigón y edificios retienen más calor que los entornos rurales. Esto no solo calienta el aire sobre la ciudad, sino que también favorece la formación de tormentas. El aire cálido, al elevarse, condensa la humedad y forma nubes de tormenta sobre las urbes. Esto ocurre especialmente en las tardes y noches, cuando la diferencia de temperatura entre la ciudad y sus alrededores es mayor.
Además, las ciudades actúan como obstáculos físicos que obligan al aire a elevarse y desplazarse, similar a lo que ocurre cuando el viento choca con una cadena montañosa. Este fenómeno puede intensificar las tormentas, concentrando la lluvia sobre áreas urbanas en lugar de dispersarla. Torelló‐Sentelles explica que las ciudades, debido a su tamaño y forma, pueden transformar una tormenta relativamente suave en un evento meteorológico mucho más severo.
Tormentas más intensas y frecuentes
El estudio muestra que las ciudades más grandes experimentan un mayor aumento en la intensidad de las tormentas. Phoenix, una ciudad que ha crecido rápidamente en las últimas décadas, ha visto un aumento del 15% en la intensidad de las precipitaciones durante las tormentas.
Otras ciudades más pequeñas, como Birmingham y Berlín, experimentaron aumentos más moderados, entre el 5% y el 10%. Esta tendencia es preocupante, ya que las tormentas que golpean a las grandes ciudades no solo son más intensas, sino que también tienden a concentrarse en áreas específicas en lugar de distribuirse uniformemente sobre un área más grande.
Esto tiene implicaciones significativas para la gestión del agua y las infraestructuras urbanas. Las tormentas que descargan grandes cantidades de lluvia en áreas concentradas pueden superar rápidamente la capacidad de los sistemas de drenaje, lo que aumenta el riesgo de inundaciones. Las áreas urbanas, con sus grandes superficies impermeables, ya son más propensas a las inundaciones repentinas que las áreas rurales, donde el agua puede filtrarse lentamente en el suelo.
Torelló‐Sentelles y su equipo encontraron que en algunas ciudades, como Berlín y Birmingham, la intensificación de las tormentas era más evidente en los márgenes de la ciudad que en el centro. Este patrón se debe a que el aire que se eleva sobre el centro urbano puede enfriarse y condensarse cuando se desplaza hacia los márgenes, donde la temperatura es ligeramente más baja. En otros casos, como en Phoenix y Charlotte, las tormentas eran más intensas en el centro de la ciudad, un fenómeno que agrava aún más el riesgo de inundaciones urbanas.
Un riesgo que crece con el cambio climático
El estudio no solo pone de relieve los peligros actuales, sino que también advierte sobre los riesgos futuros. Las proyecciones de crecimiento urbano para las próximas décadas indican que más personas vivirán en ciudades más grandes y densas. Al mismo tiempo, el cambio climático global está alterando los patrones meteorológicos, haciendo que las tormentas sean más frecuentes e intensas en muchas partes del mundo. La combinación de ciudades en expansión y tormentas más severas es una receta para desastres si no se toman medidas para mejorar la infraestructura y la planificación urbana.
Uno de los mayores desafíos para los urbanistas será adaptar los sistemas de gestión de aguas pluviales para lidiar con tormentas que no solo son más intensas, sino que también se concentran en áreas más pequeñas. Los sistemas actuales de drenaje en muchas ciudades no están diseñados para manejar el tipo de tormentas de “manguera” que describe el estudio de Torelló‐Sentelles, donde las lluvias torrenciales caen en un área pequeña en poco tiempo. Esto aumenta la probabilidad de que las calles y los sótanos se inunden, causando daños materiales y poniendo en riesgo la vida de los habitantes.
Además de la planificación urbana, se requerirán soluciones basadas en la naturaleza para mitigar los efectos de estas tormentas. Esto incluye la creación de más áreas verdes, como parques y jardines, que pueden absorber parte del agua de lluvia y reducir la carga sobre los sistemas de drenaje. También será crucial preservar los humedales y áreas naturales alrededor de las ciudades, que pueden actuar como esponjas naturales durante los eventos de lluvias intensas.
Variaciones entre ciudades
Aunque el estudio encontró tendencias comunes entre las ciudades analizadas, también destacó que cada ciudad modifica los patrones de lluvia de manera diferente. En Berlín, por ejemplo, las lluvias tendían a ser más dispersas, lo que podría deberse a la geografía única de la ciudad o a la calidad de los datos de radar utilizados en el estudio. En otras ciudades, como Atlanta, las tormentas eran más intensas durante las horas del día, mientras que en Birmingham, los picos de intensificación se producían por la noche.
Estas diferencias subrayan la importancia de realizar estudios individualizados para cada ciudad, en lugar de aplicar un enfoque único para todos los casos. El riesgo de inundaciones urbanas no es homogéneo, y los planificadores deben tener en cuenta las características únicas de cada ciudad para desarrollar estrategias de adaptación y mitigación efectivas.
Hacia un futuro más seguro
La investigación de Torelló‐Sentelles es un llamado de atención para los responsables de la planificación urbana. A medida que las ciudades continúan creciendo y el clima sigue cambiando, será esencial reevaluar cómo gestionamos el agua y diseñamos nuestras ciudades. Las soluciones basadas en la infraestructura verde, junto con mejoras en los sistemas de drenaje, serán clave para reducir los riesgos de inundaciones en el futuro.
A medida que enfrentamos un aumento en las tormentas urbanas intensas, el costo de no hacer nada será mucho mayor que el de adaptar nuestras ciudades. Si no nos preparamos, las imágenes de calles inundadas y caos urbano podrían convertirse en algo cada vez más común en nuestras ciudades.
Referencias:
- Torelló‐Sentelles, H., Marra, F., Koukoula, M., Villarini, G., & Peleg, N. (2024). Intensification and changing spatial extent of heavy rainfall in urban areas. Earth’s Future, 12, e2024EF004505. doi: 10.1029.2024EF004505