En la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi ideó un audaz plan para asesinar a los líderes de las potencias aliadas: Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Se trataba de la Operación Weitsprung, que significa “salto de longitud” en alemán, y que pretendía aprovechar la reunión de los tres mandatarios en la Conferencia de Teherán, celebrada en Irán entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre de 1943.
El cerebro de esta conspiración fue Ernst Kaltenbrunner, el jefe de la policía secreta nazi, la Gestapo, y de la Oficina Central de Seguridad del Reich, que coordinaba todas las actividades de espionaje e inteligencia del Tercer Reich. Kaltenbrunner contó con el apoyo de Adolf Hitler, que veía en la eliminación de sus enemigos una forma de revertir el curso de la guerra, que se inclinaba a favor de los aliados.
Para ejecutar el plan, Kaltenbrunner eligió al coronel Otto Skorzeny, un experto en operaciones especiales que había demostrado su habilidad al rescatar al dictador italiano Benito Mussolini de su prisión en la montaña, en una arriesgada misión que le valió el apodo de “el hombre más peligroso de Europa”. Skorzeny debía liderar un equipo de comandos que se infiltraría en Teherán y atacaría a los tres líderes: Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin.
La Conferencia de Teherán
La Conferencia de Teherán fue un encuentro histórico que buscaba consolidar la alianza entre las tres potencias y definir las estrategias para el final de la guerra y el orden mundial posterior. Entre los temas que se discutieron estaban el apoyo a los partisanos yugoslavos que luchaban contra los nazis, el reconocimiento de los cambios territoriales en Polonia y la apertura de un segundo frente en Europa occidental. De hecho, la conferencia se produjo en un momento clave de la guerra, cuando los aliados habían logrado detener el avance de Alemania y Japón en varios frentes y se preparaban para lanzar una ofensiva decisiva. Stalin exigía a sus socios que abrieran un segundo frente en Europa Occidental, para aliviar la presión que sufría la Unión Soviética en el frente oriental. Roosevelt y Churchill accedieron a esta demanda y acordaron invadir Francia en la primavera de 1944, en lo que se conocería como el Día D.
Además de las cuestiones militares, la conferencia también abordó temas políticos y territoriales, como el futuro de Polonia, Yugoslavia y China. Los aliados decidieron que Polonia sería desplazada hacia el oeste, cediendo parte de su territorio a la Unión Soviética y recibiendo a cambio zonas de Alemania. También acordaron apoyar a los partisanos yugoslavos que luchaban contra los nazis y reconocer a Chiang Kai-shek como el único representante legítimo de China.
La operación nazi se basó en la información proporcionada por un espía infiltrado en la embajada británica en Ankara, la capital de Turquía. Se trataba de Elyesa Bazna, un albanés que trabajaba como mayordomo del embajador y que, bajo el seudónimo de “Cicerón”, vendía fotografías de documentos secretos a los alemanes. Entre esos documentos había detalles sobre la Conferencia de Teherán, que Bazna obtuvo de la maleta del embajador.
Espionaje y contraespionaje en acción
Sin embargo, los nazis no contaban con que los aliados también tenían sus propios agentes secretos, que lograron desbaratar el complot. Uno de ellos fue Nikolai Kuznetsov, un espía soviético que se hacía pasar por un oficial alemán llamado Paul Siebert. Kuznetsov se ganó la confianza de Ulrich Von Ortel, un oficial de las SS que tenía fama de ser indiscreto y borracho. Von Ortel le reveló a Kuznetsov el plan de Skorzeny y le dio el nombre en clave de la operación.
Otro de los héroes que frustró la Operación Weitsprung fue Gevork Vartanian, un joven espía soviético de origen armenio que tenía solo 19 años. Vartanian era el líder de un grupo llamado la “Brigada Ligera”, que se encargaba de vigilar los movimientos de los agentes alemanes en Teherán. Vartanian y sus compañeros usaban bicicletas para recorrer la ciudad y detectar posibles puntos de contacto entre los nazis y Berlín.
Gracias al trabajo de la “Brigada Ligera”, se pudo interceptar una señal de radio que provenía de un grupo de seis paracaidistas alemanes que habían aterrizado cerca de Qum, a unos 60 kilómetros de Teherán. Estos paracaidistas eran la avanzadilla de Skorzeny, que debía llegar con un segundo grupo para completar la misión. Sin embargo, Skorzeny no sabía que Vartanian lo había seguido de cerca en sus visitas previas a Teherán, donde había estudiado los lugares donde se alojaban y se reunían los líderes aliados.
Al descubrir el plan, los servicios de inteligencia soviéticos y británicos bloquearon todas las comunicaciones alemanas y pusieron en alerta a los líderes aliados. Uno de los paracaidistas alemanes logró enviar un mensaje cifrado a Berlín, informando que habían sido descubiertos y que la operación debía ser cancelada. Así, el plan nazi se convirtió en un fracaso total.
El héroe desconocido
Gevork Vartanian recibió el título de Héroe de la Unión Soviética en 1984, por su valentía y su contribución a la victoria sobre el nazismo. Junto con su esposa Goar, también espía, Vartanian participó en otras misiones secretas durante la Guerra Fría, incluso en Estados Unidos, donde actuaron bajo una falsa identidad. La verdadera identidad de la pareja no se hizo pública hasta el año 2000, cuando se desclasificaron los archivos sobre la Operación Weitsprung, una de las más intrigantes de la historia del espionaje.
¿Qué ocurrió con Ernst Kaltenbrunner y Otto Skorzeny después de la operación fallida?
A pesar del fracaso de la Operación Weitsprung, ni Kaltenbrunner ni Skorzeny fueron perseguidos ni castigados por Hitler. Al contrario, ambos siguieron ocupando puestos importantes en el régimen nazi hasta el final de la guerra. Kaltenbrunner fue ascendido a Obergruppenführer de las SS y se convirtió en el segundo al mando de Heinrich Himmler, el líder de las SS. Skorzeny fue nombrado comandante de la unidad Friedentahler, especializada en operaciones detrás de las líneas enemigas, y participó en varias misiones, como la Operación Greif, que consistió en infiltrar soldados alemanes disfrazados de estadounidenses durante la Batalla de las Ardenas.
Al final de la guerra, tanto Kaltenbrunner como Skorzeny fueron capturados por los aliados. Kaltenbrunner fue juzgado en el Tribunal de Núremberg por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y fue condenado a muerte y ahorcado el 16 de octubre de 1946. Skorzeny fue llevado a un campo de prisioneros de guerra en Darmstadt, pero logró escapar con la ayuda de antiguos camaradas de las SS en 1948. Después de su fuga, se refugió en varios países, como España, Argentina y Egipto, y se involucró en actividades clandestinas y mercenarias. Murió de cáncer en Madrid el 5 de julio de 1975.