Descubren un nuevo dinosaurio acorazado en Canadá gracias a unas huellas de hace 100 millones de años

Un nuevo tipo de dinosaurio, jamás visto antes y armado como un tanque viviente, ha sido identificado en Canadá a través de sus pisadas fosilizadas.
Unas huellas fósiles revelan una especie de dinosaurio desconocida Unas huellas fósiles revelan una especie de dinosaurio desconocida
Unas huellas fósiles revelan una especie de dinosaurio desconocida. Representación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En lo profundo de las Montañas Rocosas canadienses, donde los bosques frondosos y los ríos de montaña esconden secretos milenarios, un equipo de paleontólogos ha desenterrado un capítulo inédito de la historia de los dinosaurios. Esta vez, no fueron huesos lo que revelaron al protagonista, sino unas pisadas silenciosas que permanecieron ocultas durante 100 millones de años. El hallazgo no solo sorprende por su antigüedad, sino por lo que representa: la primera evidencia directa de un dinosaurio acorazado con cola en forma de maza —de los llamados anquilosaurios— que habitó América del Norte durante el Cretácico medio.

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Este nuevo dinosaurio, identificado a partir de un conjunto de huellas tridáctilas —con solo tres dedos en las patas traseras— ha sido nombrado Ruopodosaurus clava, una mezcla de latín y griego que alude a una criatura “que se desploma con una maza”.

El nombre es un guiño tanto al terreno montañoso donde fueron halladas las huellas como a la célebre arma natural de estos animales: una cola rígida terminada en un macizo garrote óseo, capaz de destrozar huesos de cualquier depredador que osara acercarse.

Una especie que no sabíamos que existía

Hasta este descubrimiento, se pensaba que los anquilosaurios habían desaparecido del registro fósil norteamericano entre los 100 y los 84 millones de años atrás. Durante ese periodo, conocido como el “hiato anquilosaurio”, los paleontólogos no habían hallado restos óseos que confirmaran su presencia en el continente. Por eso, el hallazgo de estas huellas en Tumbler Ridge (Columbia Británica) y en el norte de Alberta ha sido toda una revolución. No solo confirma que estos animales seguían vivos en esa época, sino que su coexistencia con otros tipos de anquilosaurios —los nodosáuridos, de cuatro dedos y cola flexible— era posible en un mismo ecosistema.

La clave de todo está en los dedos. Las huellas fosilizadas muestran un patrón muy específico: tres dedos en las patas traseras, una característica única de los anquilosaurios. Sus primos nodosáuridos, más conocidos hasta ahora en América del Norte, dejaban pisadas de cuatro dedos. A partir de ese detalle, el equipo pudo diferenciar a Ruopodosaurus como un tipo completamente nuevo, nunca antes identificado.

En las montañas de Columbia Británica aparecen las pisadas más antiguas de un anquilosaurio desconocido de tres dedos
En las montañas de Columbia Británica aparecen las pisadas más antiguas de un anquilosaurio desconocido de tres dedos Fuente <em>V ArbourC Helm<em>

Un mundo olvidado bajo el barro

Las huellas de Ruopodosaurus se conservan en un entorno que, hace 100 millones de años, era una llanura deltaica de clima cálido y vegetación exuberante. El terreno estaba formado por lagos someros, canales serpenteantes y zonas pantanosas, donde el barro blando registraba cada paso con una precisión que desafía el tiempo. En aquel paisaje prehistórico convivían grandes herbívoros y carnívoros, pero también se libraban batallas evolutivas invisibles que determinarían el destino de muchas especies.

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Fue en ese lodazal fosilizado donde quedaron impresas las huellas de este dinosaurio blindado. El animal, de unos seis metros de largo y con una armadura ósea cubriendo su lomo, caminaba a paso lento pero firme. El peso de su cuerpo quedaba marcado en la tierra, con cada huella midiendo casi 30 centímetros. En algunos casos, los investigadores incluso pudieron identificar impresiones de la piel.

Las huellas no solo registran el movimiento. También revelan detalles del comportamiento. En varios puntos del yacimiento, los rastros de Ruopodosaurus aparecen en paralelo, como si varios individuos hubieran caminado juntos. Esto sugiere comportamientos sociales que aún no se comprenden del todo, pero que apuntan a que no eran animales solitarios.

De hallazgo local a impacto global

Lo fascinante de esta historia es cómo comenzó. Las primeras huellas fueron descubiertas hace años por habitantes locales y voluntarios en las inmediaciones de Tumbler Ridge, un pueblo pequeño pero con una gran tradición paleontológica. Desde el año 2000, cuando dos niños encontraron un rastro fósil por accidente, la zona se ha convertido en un referente para el estudio de huellas de dinosaurios en Canadá.

Fue gracias a esa comunidad activa que el equipo científico del Royal BC Museum y del Tumbler Ridge Museum pudo documentar y analizar las huellas con el rigor necesario. Moldes de silicona, escaneos 3D, modelos digitales… todo se puso en marcha para estudiar con detalle lo que parecía imposible: describir una nueva especie de dinosaurio sin encontrar ni un solo hueso.

Este tipo de investigación, basada en icnofósiles —fósiles de actividad como huellas, rastros o madrigueras—, está ganando peso en la paleontología moderna. Las huellas permiten observar aspectos del comportamiento animal que los huesos no revelan: cómo caminaban, si se movían en grupo, cómo distribuían su peso o cómo interactuaban con el entorno.

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Un dinosaurio que cambia lo que sabíamos

Aunque no se ha encontrado el esqueleto completo de Ruopodosaurus clava, los expertos sospechan que se parecía a algunos anquilosaurios asiáticos como Gobisaurus o Jinyunpelta, conocidos por su potente armadura y su temible cola maza. Este paralelismo abre una posibilidad fascinante: ¿pudo haber una conexión entre las poblaciones de Asia y América del Norte durante el Cretácico medio?

Un hallazgo colosal sorprende a los paleontólogos en las Rocosas canadienses
Un hallazgo colosal sorprende a los paleontólogos en las Rocosas canadienses Foto Istock

Los puentes terrestres que en aquella época conectaban ambos continentes podrían haber permitido el tránsito de especies. El hallazgo de Ruopodosaurus encajaría en esa hipótesis, aportando pruebas que hasta ahora eran solo conjeturas.

Lo cierto es que estas huellas no solo confirman que los anquilosáuridos vivieron en América del Norte antes de lo que se pensaba. También demuestran que Ruopodosaurus es el primer representante de su linaje descubierto a través de huellas, y que su existencia reescribe parte de lo que creíamos saber sobre la evolución de los dinosaurios acorazados.

Una historia que pisa fuerte

Cada paso de Ruopodosaurus es una pisada en la historia que cambia el rumbo de lo que sabíamos. Sin esqueleto, sin dientes, sin cráneo, este dinosaurio ha salido del olvido solo con sus huellas, como si quisiera dejarnos claro que también hay memoria en la tierra.

Las Montañas Rocosas, que durante millones de años han ocultado los secretos de la vida antigua, ahora nos revelan que todavía queda mucho por descubrir bajo sus piedras. Y que, a veces, lo más revelador no es lo que dejamos atrás… sino las huellas que nos atrevemos a seguir.

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Referencias:

  • Arbour, V. M., Lockley, M. G., Drysdale, E., Rule, R., & Helm, C. W. (2025). A new thyreophoran ichnotaxon from British Columbia, Canada confirms the presence of ankylosaurid dinosaurs in the mid Cretaceous of North America. Journal of Vertebrate Paleontology. doi:10.1080/02724634.2025.2451319

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