Katalin Karikó: de emigrar con 1.200 dólares a recibir el Nobel de Medicina por su contribución al desarrollo de las vacunas de ARNm

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Katalin Karikó: la científica que pasó del ostracismo al Nobel por las vacunas de ARNm. Foto: Wikimedia

Katalin Karikó (Szolnok, Hungría, 1955) es una de las científicas más admiradas y reconocidas del mundo. Su trabajo ha sido fundamental para el desarrollo de las vacunas de ARNm contra la COVID-19, que han salvado millones de vidas y han permitido frenar la pandemia. Junto con su colega Drew Weissman (Boston, Estados Unidos, 1959), ha recibido el Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2023 por sus descubrimientos sobre las modificaciones de las bases nucleósidas que posibilitaron la creación de estas vacunas.

Pero el camino de Karikó hasta llegar a este punto no ha sido fácil ni lineal. Su historia es una de perseverancia, pasión y superación ante las adversidades. Durante décadas, tuvo que enfrentarse al rechazo, al desprecio y a la falta de apoyo de sus colegas y de las instituciones científicas. Le dijeron que su investigación era una pérdida de tiempo, que su carrera estaba acabada, que debía abandonar su sueño. Pero ella nunca se rindió, y siguió trabajando en silencio y con humildad en su laboratorio, convencida de que algún día su trabajo daría frutos.

El interés por la ciencia

Karikó nació en una familia humilde en la Hungría comunista. Su padre era carnicero y su madre bibliotecaria. Desde pequeña mostró un gran interés por la ciencia, especialmente por la biología. Se fascinó con el descubrimiento del ADN y con el potencial de las moléculas para curar enfermedades. Estudió bioquímica en la Universidad de Szeged, donde se graduó con honores en 1978.

En 1985, decidió emigrar a Estados Unidos con su marido y su hija de dos años, en busca de mejores oportunidades para desarrollar su carrera científica. Llegó con solo 1.200 dólares en el bolsillo y sin hablar inglés. Consiguió un puesto como investigadora postdoctoral en la Universidad Temple de Filadelfia, donde empezó a trabajar con el ARNm, una molécula que transmite la información genética del ADN a las proteínas.

Karikó tenía una visión: utilizar el ARNm como una especie de medicamento que pudiera introducirse en las células para inducir la producción de proteínas terapéuticas. De esta forma, se podrían tratar o prevenir distintas enfermedades, desde el cáncer hasta las infecciones virales. Sin embargo, se encontró con un gran obstáculo: el ARNm era muy inestable y provocaba una fuerte reacción inmunitaria que lo destruía antes de que pudiera cumplir su función.

Karikó tenía una visión: utilizar el ARNm como una especie de medicamento que pudiera introducirse en las células para inducir la producción de proteínas terapéuticas

El rechazo y la persistencia

Karikó dedicó años a intentar resolver este problema, pero sus resultados no eran satisfactorios ni convincentes para la comunidad científica. Sus solicitudes de financiación fueron rechazadas una tras otra. Sus artículos fueron rechazados por las revistas más prestigiosas. Sus colegas le dijeron que su idea era imposible, que estaba equivocada, que debía cambiar de tema o dedicarse a otra cosa.

En 1995, se trasladó a la Universidad de Pensilvania, donde conoció a Drew Weissman, un inmunólogo experto en VIH. Juntos formaron un equipo y se propusieron encontrar una forma de modificar el ARNm para evitar que fuera reconocido por el sistema inmunitario como un invasor. Tras años de ensayo y error, lo lograron: descubrieron que al sustituir una base nucleósida del ARNm por otra sintética se reducía drásticamente la respuesta inmunitaria y se aumentaba la expresión de la proteína deseada.

Descubrieron que al sustituir una base nucleósida del ARNm por otra sintética se reducía drásticamente la respuesta inmunitaria y se aumentaba la expresión de la proteína deseada.

Este hallazgo fue publicado en 2005 en la revista Immunity, pero no tuvo mucha repercusión ni atención mediática. Sin embargo, fue un avance crucial para mejorar la estabilidad y la seguridad del ARNm, y abrió la puerta a su uso en vacunas y otros tratamientos. Karikó y Weissman patentaron su descubrimiento y lo licenciaron a dos empresas emergentes: Moderna y BioNTech, que se dedicaron a desarrollar la tecnología del ARNm para distintas aplicaciones médicas.

El reconocimiento y el impacto

En 2013, Karikó dejó la Universidad de Pensilvania y se unió a BioNTech como vicepresidenta senior. Allí siguió trabajando en el desarrollo de vacunas de ARNm contra distintos tipos de cáncer. Pero cuando en 2020 se declaró la pandemia de COVID-19, Karikó y su equipo decidieron aplicar sus conocimientos al coronavirus. En solo diez meses, lograron crear una vacuna segura y eficaz, que se convirtió en la primera de este tipo autorizada en el mundo. La vacuna de BioNTech, en colaboración con Pfizer, ha sido administrada a más de mil millones de personas en todo el mundo.

La vacuna de BioNTech no ha sido la única basada en el ARNm. Otra empresa, Moderna, también ha desarrollado una vacuna similar, que también ha demostrado una alta eficacia y seguridad. Ambas vacunas han sido fundamentales para hacer frente a la pandemia, y han supuesto una revolución en el campo de la inmunización. Gracias al trabajo pionero de Karikó y Weissman, se ha podido crear una nueva generación de vacunas que pueden diseñarse y producirse rápidamente, y que pueden adaptarse a las distintas variantes del virus.

El impacto de las vacunas de ARNm ha sido tan grande que ha merecido el reconocimiento más alto de la ciencia: el Premio Nobel. El 2 de octubre de 2023, Karikó y Weissman han recibido el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por sus descubrimientos sobre las modificaciones de las bases nucleósidas que posibilitaron el desarrollo de estas vacunas. El comité del Nobel destacó que su trabajo ha supuesto un “hito histórico” en la lucha contra las enfermedades infecciosas, y que ha abierto nuevas posibilidades para el tratamiento de otras enfermedades.

Karikó se convierte así en la decimotercera mujer en recibir el Nobel de Medicina, y en la primera húngara en conseguirlo. Al recibir la noticia, Karikó recordó los momentos difíciles que tuvo que superar para llegar hasta ahí.

Referencias bibliográficas:

  • Karikó K, Buckstein M, Ni H, Weissman D. Suppression of RNA recognition by Toll-like receptors: the impact of nucleoside modification and the evolutionary origin of RNA. Immunity. 2005 Aug;23(2):165-75. doi: 10.1016/j.immuni.2005.06.008. PMID: 16111635.
  • Wolff JA, Malone RW, Williams P, Chong W, Acsadi G, Jani A, Felgner PL. Direct gene transfer into mouse muscle in vivo. Science. 1990 Mar 23;247(4949 Pt 1):1465-8. doi: 10.1126/science.1690918. PMID: 1690918.
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