Descubren en España nidos de quebrantahuesos con objetos humanos de hace 700 años: un hallazgo histórico “sin precedentes”

Investigadores españoles descubren en antiguos nidos de quebrantahuesos auténticos museos naturales con objetos humanos de hasta 650 años de antigüedad, conservados por generaciones de aves que vivieron en las montañas del sur de España.
Lo que escondía un viejo nido de buitre en Andalucía te sorprenderá Lo que escondía un viejo nido de buitre en Andalucía te sorprenderá
Lo que escondía un viejo nido de buitre en Andalucía te sorprenderá. Foto: Antoni Margalida

En los riscos más inaccesibles de Andalucía, donde el silencio se mezcla con el eco del viento, un grupo de científicos ha encontrado algo que pocos habrían imaginado: los vestigios de siglos enteros de vida humana escondidos en los nidos de un buitre. No cualquier buitre, sino el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), una de las aves más singulares y majestuosas de Europa.

Durante años, este ave fue perseguida hasta desaparecer del sur de España a finales del siglo XIX. Pero lo que nadie sospechaba es que, mientras anidaba en cuevas y abrigos rocosos, había estado construyendo —sin pretenderlo— una cápsula del tiempo.

Un equipo multidisciplinar de investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC-UCLM-JCCM), la Universidad de Granada y la Universidad de Cantabria, liderado por el ecólogo Antoni Margalida, ha publicado en la revista Ecology (2025) un estudio que reescribe lo que creíamos saber sobre la relación entre los humanos y el medio natural. El trabajo revela que los nidos de esta especie son auténticos archivos bioculturales, donde se han preservado objetos humanos durante siglos gracias al microclima estable de las cuevas.

Los nidos que guardaban secretos

Entre 2008 y 2014, los científicos rastrearon viejos informes de naturalistas del siglo XIX y hablaron con ancianos pastores que aún recordaban a los últimos quebrantahuesos planeando sobre las sierras. Así localizaron una serie de nidos antiguos —algunos abandonados hacía más de un siglo— en los que comenzaron una excavación minuciosa, capa por capa, como si se tratara de un yacimiento arqueológico.

El resultado fue asombroso: 2.483 restos. La mayoría eran huesos de cabras y ovejas, parte de la dieta de esta especie que se alimenta casi exclusivamente de huesos. Pero entre ellos había algo inesperado: más de 200 objetos de origen humano, algunos de ellos con más de seis siglos de antigüedad.

Los investigadores encontraron sandalias tejidas con esparto, fragmentos de cuero pintado con ocre, trozos de cestería, cuerdas, restos de ropa, e incluso una flecha de ballesta. Uno de los hallazgos más llamativos fue una alpargata completa datada por radiocarbono en el siglo XIII, junto a un trozo de piel curtida con líneas rojas que habría pertenecido a algún pastor o viajero medieval.

Todo ese material fue acumulado por los quebrantahuesos a lo largo de generaciones. Algunos objetos eran transportados hasta el nido como parte de su construcción —para aislar los huevos o reforzar la estructura— y otros, posiblemente, llegaban dentro de los cadáveres de animales cazados o recogidos.

Una excavación en el nido

El trabajo de los investigadores se asemejó al de los arqueólogos. Cada capa del nido contaba una historia distinta, un periodo de ocupación que podía abarcar siglos. Algunos nidos mostraban materiales del siglo XVIII sobre restos medievales, y todos ellos conservaban las huellas de una convivencia silenciosa entre humanos y aves.

Gracias al ambiente seco y protegido de las cuevas, los objetos permanecieron intactos. Los científicos los estudiaron utilizando técnicas de arqueología y análisis isotópico, logrando fecharlos entre 150 y 675 años de antigüedad.

Lo más sorprendente, aseguran los autores del estudio, es la diversidad del material antropogénico encontrado. No se trataba de simples restos casuales: muchos objetos estaban claramente elaborados por manos humanas, mostrando una conexión cultural inesperada entre las comunidades rurales y las aves carroñeras que compartían las montañas.

El quebrantahuesos, un “arqueólogo” accidental

Los resultados han llevado a los investigadores a describir al quebrantahuesos como un “acumulador biocultural”, una especie que sin saberlo ha conservado fragmentos de la historia humana y natural. En su afán por reforzar sus nidos, estas aves recolectaban materiales de su entorno, mezclando huesos de sus presas con objetos cotidianos de las poblaciones cercanas.

El hallazgo tiene implicaciones profundas. No solo permite estudiar la ecología alimentaria y el comportamiento del quebrantahuesos a lo largo del tiempo, sino que también ofrece un nuevo enfoque para la arqueología y la etnografía. Los objetos hallados en los nidos revelan cómo eran las herramientas, los tejidos y las costumbres de las comunidades rurales del pasado, y cómo estas interactuaban con su entorno.

En palabras de los investigadores, los nidos del quebrantahuesos actúan como museos naturales que conservan materiales en excelente estado. Algunos de los objetos encontrados son similares a los hallados en cuevas neolíticas de la región, lo que sugiere una continuidad en el uso de fibras vegetales y técnicas artesanales a lo largo de milenios.

El estudio no solo rescata fragmentos del pasado. También ofrece claves para el futuro. Analizar los restos de cáscaras de huevo, por ejemplo, puede ayudar a determinar la exposición del quebrantahuesos a pesticidas o contaminantes a lo largo de los siglos. Esto resulta vital para comprender las causas de su desaparición en el sur de España y diseñar estrategias de reintroducción más efectivas.

Actualmente, la especie cuenta con poco más de 300 parejas reproductoras en Europa, la mayoría concentradas en los Pirineos. Aunque los esfuerzos de reintroducción han tenido éxito parcial, sigue siendo una de las aves más amenazadas del continente.

Los científicos confían en que la información obtenida en estos nidos permita afinar los programas de conservación y mejorar la selección de hábitats adecuados para su recuperación. En cierto modo, el quebrantahuesos del pasado podría estar ayudando al quebrantahuesos del futuro.

Una historia tejida entre huesos y tiempo

La imagen del quebrantahuesos —esa ave de mirada penetrante que deja caer los huesos desde el cielo para partirlos en pedazos— adquiere ahora una nueva dimensión. Más allá de su singular dieta o su plumaje teñido de rojo, se revela como un archivista natural, un testigo que sin saberlo ha guardado la memoria de quienes compartieron su territorio.

Los investigadores aún tienen por delante la tarea de analizar cientos de restos pendientes. Saben que cada trozo de cuero, cada fibra de esparto, puede contar algo sobre cómo vivían y trabajaban los humanos que habitaban aquellas sierras hace siglos. Pero también, y quizás lo más importante, sobre cómo una especie en peligro puede seguir enseñándonos a leer el pasado en los lugares más insospechados.

Porque, a veces, la historia no está escrita en los libros, sino escondida entre ramas, huesos y plumas, en un nido olvidado en la roca.