Así era la Tierra hace más de 4.000 millones de años: descubren las rocas más antiguas del planeta en Canadá

Un hallazgo en el norte de Quebec podría reescribir los primeros capítulos de la historia de nuestro planeta.
Encuentran en Canadá rocas que podrían datar del origen del planeta Encuentran en Canadá rocas que podrían datar del origen del planeta
¿Las más antiguas del mundo? Encuentran en Canadá rocas que podrían datar del origen del planeta. Foto: Istock

En una remota franja de tierra en el norte de Quebec, donde el viento sopla sin barreras y el paisaje parece detenido en el tiempo, un grupo de rocas guarda el secreto más antiguo de la Tierra. No es una metáfora. Literalmente, se trata de las rocas más antiguas jamás encontradas en el planeta: 4.160 millones de años de historia comprimidos en unos pliegues grisáceos que emergen sobre la costa oriental de la Bahía de Hudson.

Publicidad

Este lugar enigmático se llama Nuvvuagittuq Greenstone Belt. No tiene nombre comercial ni señalización para turistas. Es un paraje silencioso y áspero, cubierto de líquenes, donde el suelo habla en lenguaje geológico. Y lo que ha dicho ahora es tan asombroso como inesperado: parte de la corteza terrestre más antigua jamás identificada sigue intacta, testigo mudo de un tiempo en que la Tierra aún se estaba formando.

Un vestigio del Hadeico

Hace más de 4.000 millones de años, nuestro planeta no era el oasis azul que hoy conocemos. Era una bola incandescente, caótica, sin océanos estables ni atmósfera respirable. Ese periodo primigenio, conocido como el eón Hadeico, ha sido durante décadas un territorio casi mítico para la ciencia. Se creía que ninguna roca de esa época había sobrevivido al incesante reciclaje de placas tectónicas, vulcanismo y metamorfismo.

Hasta ahora.

Según la nota de prensa publicada con motivo del nuevo estudio en la revista Science, un análisis reciente ha confirmado que ciertas formaciones del cinturón de Nuvvuagittuq alcanzan los 4.160 millones de años. No son rocas cualquiera: algunas de ellas son metagabros, materiales procedentes del manto terrestre que fueron empujados hacia la superficie en una época en la que ni siquiera existían continentes tal como los conocemos.

Esto convierte a Nuvvuagittuq en el único sitio conocido con restos inequívocos de la corteza terrestre del Hadeico. Una especie de cápsula geológica que ha sobrevivido a los golpes del tiempo como por milagro.

Publicidad

Una cronología en disputa

No es la primera vez que Nuvvuagittuq salta a los titulares. Ya en 2008, el geólogo Jonathan O’Neil propuso que las rocas del lugar podrían superar los 4.300 millones de años. Aquella afirmación generó una tormenta de escepticismo entre la comunidad científica, en parte porque las rocas no contenían cristales de circón, el estándar de oro para dataciones geológicas.

En ausencia de zircones, los investigadores recurrieron a una técnica menos común pero igualmente poderosa: la desintegración de samario en neodimio. Lo novedoso del nuevo estudio es que dos cadenas de desintegración distintas, con velocidades diferentes, ofrecieron exactamente la misma edad: 4.160 millones de años.

Es un dato que no solo refuerza la fiabilidad del método, sino que da nueva vida a la vieja hipótesis de que estamos ante un fragmento auténtico de la Tierra primitiva. No un fósil, sino algo más elemental: la piel original del planeta.

Las cicatrices del planeta joven

Estudiar rocas tan antiguas no es fácil. No solo porque son escasas, sino porque han sido cocinadas, estiradas y comprimidas por miles de millones de años de procesos geológicos. Las del cinturón Nuvvuagittuq muestran señales evidentes de haber estado sometidas a altísimas temperaturas y presiones.

Sin embargo, precisamente por eso, su conservación es aún más admirable. Están deformadas, sí, pero no completamente transformadas. Su química interna, sus minerales, siguen contando una historia que los geólogos apenas comienzan a entender: cómo era la Tierra antes de que existieran los océanos, la vida o incluso una atmósfera estable.

Publicidad

Las muestras más valiosas no proceden del sedimento superficial, sino de intrusiones más profundas, donde el magma del manto quedó atrapado entre capas más antiguas de la corteza. Esas rocas se han convertido en los testigos silenciosos del nacimiento del planeta.

¿El origen de la vida?

Lo más fascinante del descubrimiento es su potencial para cambiar lo que sabemos —o creemos saber— sobre el origen de la vida. Aunque las rocas datadas no son en sí mismas habitables —provienen de zonas del manto sin condiciones para sustentar organismos—, en los alrededores del cinturón hay formaciones sedimentarias de la misma antigüedad.

Algunas de esas rocas contienen estructuras microscópicas que podrían haber sido formadas por bacterias. Si se confirma que estos sedimentos tienen 4.160 millones de años, significaría que la vida apareció apenas 400 millones de años después de que el planeta se consolidara. Un lapso sorprendentemente corto a escala cósmica.

Esto no solo tendría implicaciones para la Tierra. También aumentaría la probabilidad de que la vida surja rápidamente en otros mundos con condiciones similares. Marte, por ejemplo, fue habitable en la misma ventana de tiempo.

Pero no todo es ciencia. El cinturón de Nuvvuagittuq se encuentra en tierras ancestrales de la comunidad inuit de Inukjuak. En los últimos años, varios científicos han recogido muestras sin permiso o han causado daños visibles en el terreno. Algunas piezas incluso llegaron a aparecer en sitios de compraventa online.

Publicidad

Ante esta situación, la comunidad local ha restringido el acceso y trabaja para convertir la zona en un parque provincial que combine protección ecológica y cooperación científica. No es solo un gesto de soberanía, sino también de respeto por un territorio que, durante milenios, ha sido más que un yacimiento: ha sido hogar.

Una mirada al abismo del tiempo

Nuvvuagittuq no es un sitio cualquiera. Es un espejo que refleja cómo era la Tierra antes de que existiéramos, antes incluso de que existiera la vida. Sus rocas hablan un lenguaje antiguo, anterior al carbono, al oxígeno, a las formas de vida más simples.

En sus grietas está inscrita la historia del planeta joven, cuando la superficie era un infierno de fuego y golpes de meteoritos, cuando la Luna acababa de nacer y los mares eran tan solo vapor. Mirarlas es asomarse al abismo del tiempo.

Y ahora que por fin empezamos a entender lo que dicen, el reto es doble: escuchar con rigor… y conservar con humildad.

Referencias

  • Sole C, O’Neil J, Rizo H, Paquette JL, Benn D, Plakholm J. Evidence for Hadean mafic intrusions in the Nuvvuagittuq Greenstone Belt, Canada. Science. 2025;388(6754):1431-1435. doi:10.1126/science.ads8461