Descubren que tres poblaciones de Denisovanos cruzaron su genética con la de los humanos

Un estudio revela cómo distintas poblaciones Denisovanas interactuaron con humanos antiguos, dejando una huella genética que aún perdura en poblaciones modernas.
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Representación de un antiguo paisaje denisovano en las montañas de Altái, donde estos misteriosos homínidos dejaron su huella genética en los humanos modernos. Ilustración artística. Dall-e/Christian Pérez

La historia de la humanidad está llena de encuentros con linajes homínidos que en su tiempo coexistieron, se cruzaron y, al final, dejaron su marca genética en los humanos modernos. Un reciente estudio publicado en Nature Genetics por Linda Ongaro y Emilia Huerta-Sánchez explora la misteriosa herencia de los Denisovanos, un grupo arcaico de homínidos que vivió hace miles de años y cuyas poblaciones siguen dejando su huella en nuestra genética. El estudio revela cómo diversas poblaciones Denisovanas coexistieron y, en varias ocasiones, se mezclaron con nuestros ancestros, aportando adaptaciones fundamentales en condiciones tan extremas como el frío ártico o la baja presión de las alturas del Tíbet.

Un descubrimiento que marcó una década

La existencia de los Denisovanos salió a la luz en 2010, cuando un pequeño fragmento de hueso hallado en la cueva Denisova, en los montes Altái de Siberia, reveló la presencia de un linaje hasta entonces desconocido. Con un perfil genético diferenciado de los Neandertales y Homo sapiens, este fragmento demostró que los Denisovanos eran un grupo homínido propio. Desde ese hallazgo, los científicos no han cesado de buscar respuestas sobre quiénes eran realmente los Denisovanos, cómo vivían y, sobre todo, qué nos han legado.

El estudio de Ongaro y Huerta-Sánchez, basado en análisis genéticos, va un paso más allá al identificar hasta tres eventos de mezcla entre diferentes poblaciones Denisovanas y ancestros de los seres humanos modernos. Estas interacciones no fueron simples cruces biológicos, sino que aportaron adaptaciones clave que resultaron ventajosas para los primeros humanos al asentarse en diversos y exigentes ambientes.

A diferencia de los Neandertales, de quienes se han encontrado numerosos restos en Europa, los vestigios físicos de los Denisovanos son escasos. Solo se han hallado algunos fragmentos óseos en la cueva Denisova y en la cueva de Baishiya, en el borde del Tíbet. Sin embargo, gracias al avance de la genómica, los investigadores han logrado rastrear sus huellas en nuestro ADN. Esta investigación identifica que al menos tres poblaciones Denisovanas diferentes interactuaron con humanos en momentos y lugares distintos, y que cada una de ellas dejó un tipo particular de legado adaptativo.

En este sentido, los Denisovanos representan un enigma fascinante: su rastro está presente en poblaciones de Asia, Oceanía e incluso América, lo cual sugiere que habitaron un territorio vasto y variado, desde las montañas siberianas hasta las islas del Pacífico. Estos grupos no solo habrían sobrevivido en condiciones extremas, sino que además se habrían adaptado a ellas de maneras que posteriormente se transmitieron a través de la mezcla con nuestros ancestros.

Adaptaciones para entornos extremos

Uno de los hallazgos más intrigantes de este estudio es cómo ciertas adaptaciones Denisovanas han perdurado en el ADN de poblaciones modernas que viven en regiones específicas. Por ejemplo, los genes relacionados con la tolerancia a la hipoxia (baja oxigenación) en altitudes elevadas, comunes en las poblaciones tibetanas, se identificaron como una herencia directa de los Denisovanos. Esta adaptación, esencial para sobrevivir en alturas donde el oxígeno es limitado, habría permitido que los primeros humanos pudieran establecerse en las cimas del Himalaya.

Otro ejemplo sorprendente es el de las poblaciones inuit del Ártico, que poseen genes relacionados con el metabolismo de los lípidos que favorecen la producción de calor corporal. Estos genes también se relacionan con la herencia Denisovana y habrían sido cruciales para la supervivencia en climas fríos, proporcionando una ventaja metabólica en condiciones de temperaturas extremas.

Los científicos también han encontrado que algunos de los genes de origen Denisovano fortalecen el sistema inmune, un aspecto vital para las poblaciones que enfrentaron nuevos patógenos en sus migraciones a territorios desconocidos. Estos genes, presentes en grupos de Asia y Oceanía, sugieren que los Denisovanos, al igual que los Neandertales, desarrollaron respuestas inmunológicas a ambientes hostiles.

El análisis de estas adaptaciones sugiere un panorama mucho más complejo de lo que se creía inicialmente. Los Denisovanos no solo tuvieron una mezcla genética con ancestros de los humanos modernos en momentos específicos, sino que, según el estudio de Ongaro y Huerta-Sánchez, es probable que estas interacciones ocurrieran en diversas regiones y en más de una ocasión. Esta superposición en el tiempo y el espacio entre los Denisovanos y otras poblaciones homínidas se plantea como una clave para entender mejor la historia evolutiva humana.

En su trabajo, los investigadores describen cómo cada una de estas poblaciones Denisovanas tiene diferentes niveles de similitud genética con los Denisovanos del Altái, la primera población Denisovana identificada. Esto indica que, aunque compartían un ancestro común, los diferentes grupos Denisovanos se adaptaron a sus propios entornos y se distanciaron genéticamente con el tiempo, hasta que el contacto con los primeros humanos permitió el intercambio de genes.

Preguntas sin respuesta y el futuro de la investigación Denisovana

A pesar de estos avances, el legado Denisovano aún es un campo lleno de preguntas sin resolver. La falta de restos fósiles complica enormemente la tarea de reconstruir su historia. Los investigadores esperan que futuros descubrimientos de fósiles en Asia, y posiblemente en regiones hasta ahora inexploradas, ayuden a entender mejor cómo se distribuyeron y evolucionaron los Denisovanos.

Por otro lado, los científicos planean realizar estudios genéticos en poblaciones poco estudiadas en Asia y América del Sur, donde se podrían hallar vestigios genéticos adicionales de esta antigua interacción. Integrar estos datos con la arqueología podría finalmente aportar una visión más completa del impacto que tuvieron los Denisovanos en la diversidad humana.

Finalmente, el estudio publicado en Nature Genetics deja claro que los Denisovanos no son solo un eco de la prehistoria, sino una pieza crucial para comprender cómo los humanos modernos lograron adaptarse a una amplia variedad de entornos. Sus genes, dispersos a través de distintas poblaciones en lugares remotos, demuestran que la evolución humana fue un proceso de intercambio y adaptación constantes. Cada nuevo descubrimiento sobre los Denisovanos no solo arroja luz sobre un grupo extinto, sino que también nos acerca a entender nuestra propia historia evolutiva.

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