En una pequeña localidad del Imperio Austrohúngaro, en junio de 1914, un joven científico serbio de nombre Milutin Milanković estaba a punto de ver cómo su vida, y su carrera científica, se transformarían para siempre. Lo que comenzó como una luna de miel junto a su esposa en Dalj, su pueblo natal, se convertiría en un largo periodo de cautiverio que marcaría un antes y un después en la historia de la ciencia climática.
Con sólo 35 años, Milanković, atrapado por la Primera Guerra Mundial, desarrollaría una de las teorías más influyentes sobre los ciclos climáticos de la Tierra. Aunque sus investigaciones sobre las edades de hielo no ganaron aceptación inmediata, con el tiempo revolucionarían nuestra comprensión del clima global.
Este es el viaje de un prisionero de guerra que se refugió en el rigor matemático y nos legó una teoría que aún hoy resuena en la comunidad científica: los ciclos de Milanković.
De ingeniero a científico
Antes de su famosa contribución a la ciencia climática, Milutin Milanković no era un científico de renombre, sino un ingeniero civil en Viena, donde completó sus estudios doctorales en 1904. Su especialidad era la construcción de hormigón armado, y encontró un empleo lucrativo en una prestigiosa empresa austriaca. Sin embargo, sentía que algo faltaba en su vida profesional.
En 1909, cuando la Universidad de Belgrado le ofreció un puesto como profesor de matemáticas aplicadas, Milanković no lo dudó. A pesar de aceptar un salario considerablemente menor, esta decisión le permitió seguir su verdadera vocación: la ciencia.
Así, en un entorno académico, comenzó a plantearse las grandes preguntas sobre el universo y su funcionamiento. Buscaba un “problema cósmico” que resolver, y lo encontró en uno de los debates más fascinantes de la ciencia de su época: las edades de hielo.
La teoría de Milanković: un legado del cautiverio
En 1914, mientras el conflicto mundial estallaba, Milanković y su esposa, Kristina, quedaron atrapados en medio de una guerra que cambió sus vidas para siempre. El científico fue arrestado por las autoridades austrohúngaras y enviado al campo de internamiento de Nezsider, donde pasó los primeros seis meses en condiciones adversas.
Sin embargo, gracias a los esfuerzos de su esposa, logró una liberación supervisada en Budapest, donde pudo retomar su trabajo en la Academia Húngara de Ciencias.
Fue en este periodo de reclusión donde Milanković encontró refugio en la ciencia. Rodeado de libros y notas, comenzó a desarrollar lo que se convertiría en su mayor contribución científica. Escribió un libro en francés, titulado Teoría matemática de los fenómenos de calor producidos por la radiación solar, en el que sentó las bases de su teoría sobre los ciclos climáticos.
La clave de su trabajo fue la comprensión de cómo los cambios en la órbita de la Tierra, a lo largo de miles de años, influían en la cantidad de radiación solar recibida en las distintas latitudes. Este proceso, conocido ahora como los ciclos de Milanković, explicaba la periodicidad de las edades de hielo. Aunque en su momento su trabajo no fue ampliamente reconocido, sentó las bases para décadas de investigaciones posteriores.
La teoría de Milanković se basaba en tres elementos clave: la excentricidad, la oblicuidad y la precesión de la órbita terrestre. La excentricidad mide cuán circular o elíptica es la órbita de la Tierra alrededor del Sol, lo que influye en la duración de las estaciones. Por otro lado, la oblicuidad se refiere al ángulo del eje de rotación de la Tierra, lo que determina la severidad de los inviernos y veranos en las regiones polares. Finalmente, la precesión describe el bamboleo del eje terrestre, lo que altera las estaciones en cada hemisferio a lo largo del tiempo.
Cuando estos ciclos interactúan de manera adecuada, producen cambios significativos en el clima, incluidos los períodos de glaciación que conocemos como las edades de hielo. Estos ciclos, que se desarrollan en escalas de decenas de miles de años, permiten predecir cuándo la Tierra experimentará un enfriamiento global y cuándo los glaciares comenzarán a retirarse.
A pesar de la solidez matemática de su teoría, Milanković tuvo que enfrentarse a un escepticismo considerable por parte de la comunidad científica. Muchos de sus contemporáneos estaban inmersos en otras teorías sobre las edades de hielo, como las relacionadas con el movimiento de la corteza terrestre o las erupciones volcánicas masivas.
La idea de que la órbita de la Tierra pudiera tener una influencia tan significativa en el clima fue, durante años, ignorada.
Incluso después de la publicación de su obra más importante, el Canon de la Insolación y el Problema de la Edad de Hielo en 1941, la teoría de Milanković tardaría décadas en ser reconocida. Fue sólo en los años 70, con la refinación de sus cálculos por científicos como André Berger y el descubrimiento de pruebas geológicas que apoyaban sus ideas, cuando la teoría ganó aceptación generalizada.
Aunque su teoría estaba matemáticamente bien fundamentada, Milanković tuvo que lidiar con un notable escepticismo dentro de la comunidad científica.
Un legado duradero
Hoy, los ciclos de Milanković son ampliamente aceptados como la explicación más plausible para las edades de hielo periódicas que ha experimentado la Tierra en los últimos 2,5 millones de años. Geólogos y climatólogos han identificado su impacto en sedimentos de aguas profundas, capas de roca y formaciones geológicas que datan de tiempos mucho más antiguos.
Sin embargo, a pesar de su importancia científica, el nombre de Milanković sigue siendo desconocido para el gran público, fuera de los círculos científicos. En su país natal, Serbia, es un héroe nacional, y su imagen aparece en sellos y monedas. Pero más allá de sus fronteras, su contribución a la ciencia climática aún espera el reconocimiento popular que merece.
Aunque los ciclos de Milanković explican con precisión las fluctuaciones climáticas pasadas, el futuro de estos ciclos es incierto debido al cambio climático inducido por el ser humano. El aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera ha alterado el equilibrio climático que estos ciclos mantenían. Con los niveles de CO2 en su punto más alto en millones de años, algunos científicos advierten que podríamos estar fuera de los parámetros que permitieron las edades de hielo en el pasado.
El legado de Milanković, no obstante, permanece. Su trabajo no sólo nos ayudó a entender las edades de hielo pasadas, sino que también nos proporciona una base para estudiar cómo el clima de la Tierra puede cambiar en el futuro.
Referencias utilizadas:
- Cvijanovic, I., Lukovic, J. & Begg, J.D. One hundred years of Milanković cycles. Nat. Geosci. 13, 524–525 (2020). doi:10.1038/s41561-020-0621-2
- J. D. Hays et al., Variations in the Earth’s Orbit: Pacemaker of the Ice Ages. Science 194, 1121-1132 (1976). doi:10.1126/science.194.4270.1121
- László Szarka, Willie W.-H. Soon, Rodolfo G. Cionco, How the astronomical aspects of climate science were settled? On the Milankovitch and Bacsák anniversaries, with lessons for today, Advances in Space Research, Volume 67, Issue 1, 2021, Pages 700-707, ISSN 0273-1177, doi:/10.1016/j.asr.2020.09.020.