No hay duda, Napoleón Bonaparte fue uno de los líderes militares más exitosos de la historia, pero también cometió uno de los mayores errores estratégicos al invadir Rusia en 1812. ¿Qué le llevó a emprender esta aventura suicida y qué consecuencias tuvo para su imperio y para Europa?
Napoleón había conquistado gran parte de Europa a principios del siglo XIX, sometiendo a países como Austria, Prusia, España o Italia. Solo Gran Bretaña se resistía a su dominio, y para debilitarla, Napoleón impuso un bloqueo comercial conocido como el Sistema Continental, que prohibía a los países europeos comerciar con los británicos.
Sin embargo, este bloqueo perjudicaba también a Rusia, que dependía del comercio con Gran Bretaña para su economía. El zar Alejandro I decidió romper el bloqueo en 1810, lo que enfureció a Napoleón, que vio en ello una traición y una amenaza a su hegemonía. Además, Napoleón temía que Rusia apoyara a los nacionalistas polacos, que aspiraban a recuperar su independencia con la ayuda de Francia.
Napoleón decidió entonces invadir Rusia para castigar al zar y obligarle a volver al Sistema Continental. Para ello, reunió un ejército enorme, formado por unos 600.000 soldados procedentes de toda Europa, que fue llamado la Grande Armée. Era el ejército más grande y diverso que se había visto hasta entonces, y Napoleón confiaba en obtener una victoria rápida y decisiva.
La invasión de Rusia, el error fatal de Napoleón
Pero las cosas no salieron como esperaba. Los rusos adoptaron una táctica de tierra quemada, retirándose ante el avance francés y destruyendo todo lo que pudiera ser útil al enemigo, como puentes, almacenes o cosechas. Así, el ejército de Napoleón se encontró con una resistencia mínima, pero también con una escasez de recursos y de suministros.
El verano de 1812 fue muy caluroso, y los soldados franceses sufrieron por el calor, las enfermedades, el hambre y la sed. Muchos desertaron, murieron o fueron capturados por los guerrilleros rusos. Napoleón esperaba que el zar le ofreciera una batalla decisiva, pero este se negó a arriesgar su ejército.
La única gran batalla que se libró fue la de Borodino, el 7 de septiembre, a unos 120 kilómetros de Moscú. Fue una de las batallas más sangrientas de la historia, con unas 70.000 bajas entre ambos bandos. Napoleón logró una victoria pírrica, pero no pudo destruir al ejército ruso, que se retiró ordenadamente.
Napoleón entró triunfalmente en Moscú el 14 de septiembre, pero se encontró con una ciudad vacía y en llamas. La mayoría de los habitantes habían huido, y los que quedaron habían incendiado sus casas y negocios para impedir que los franceses se aprovisionaran. Napoleón esperó en vano que el zar le pidiera la paz, pero este se mantuvo firme en su rechazo.
Napoleón se dio cuenta de que no podía quedarse en Moscú durante el invierno, y decidió emprender la retirada el 19 de octubre. Pero ya era demasiado tarde. El invierno ruso se adelantó, y trajo consigo el frío, la nieve y el hielo.
El ejército francés sufrió las inclemencias del tiempo, los ataques de los rusos y la falta de comida y de forraje. Miles de hombres y de caballos murieron de hambre, de enfermedad o de congelación. Algunos soldados se refugiaron en los cadáveres de los animales o de sus compañeros para intentar sobrevivir.
La retirada se convirtió en una pesadilla, y solo unos 100.000 soldados lograron salir de Rusia. Napoleón abandonó a su ejército el 5 de diciembre, y se dirigió a París para hacer frente a la crisis política que se había desatado. El 14 de diciembre, los restos de la Grande Armée cruzaron el río Niemen, el mismo que habían cruzado seis meses antes con ilusión y orgullo.
La invasión de Rusia fue el principio del fin para Napoleón, dado que tanto su prestigio como su poder se vieron seriamente dañados. De hecho, sus propios enemigos se aprovecharon de la oportunidad para formar una nueva coalición contra él. Y si bien es cierto que consiguió reunir otro ejército, no pudo resistir el avance de las fuerzas aliadas, que entraron en París en marzo de 1814. Así, Napoleón fue obligado a abdicar y a exiliarse en la isla de Elba. Intentó recuperar el trono en 1815, pero fue derrotado definitivamente en la batalla de Waterloo.
La invasión de Rusia fue un error fatal de Napoleón, que le costó su imperio y su gloria. Fue una lección de humildad para el genio militar, que subestimó la capacidad de resistencia y de sacrificio de los rusos, y que no supo adaptarse a las condiciones climáticas y geográficas de un país tan vasto y hostil. Fue también una advertencia para otros líderes que intentaron repetir la misma hazaña, como Hitler, y que se encontraron con el mismo destino.