Las momias egipcias son testimonios de una civilización milenaria que fascina a muchos investigadores. Sin embargo, el estudio científico de estos restos humanos no siempre ha sido fácil, ya que requiere métodos que respeten su integridad y su valor histórico. Uno de los pioneros en este campo fue Marc Armand Ruffer, un médico y bacteriólogo francés que vivió y trabajó en Egipto a principios del siglo XX.
Ruffer nació en París en 1859 y se graduó en medicina en 1884. Se especializó en bacteriología y fue discípulo de Louis Pasteur. En 1891, se trasladó a Egipto por motivos de salud y se estableció en El Cairo, donde ejerció como médico y profesor. Allí entró en contacto con la cultura egipcia y se interesó por la egiptología.
Ruffer fue uno de los primeros científicos en aplicar sus conocimientos de bacteriología al estudio de las momias egipcias. Su objetivo era averiguar qué enfermedades padecían los antiguos egipcios y cómo afectaban a su salud y a su sociedad. Para ello, Ruffer desarrolló una técnica innovadora que consistía en rehidratar los tejidos antiguos con una solución salina para poder examinarlos al microscopio sin destruirlos.
Con este método, Ruffer pudo observar las células y los microorganismos presentes en las momias, e identificar signos de diversas patologías, como tuberculosis, lepra, malaria, esquistosomiasis, anquilostomiasis o elefantiasis. También pudo detectar la presencia de parásitos intestinales, como lombrices o tenias, que revelaban las condiciones higiénicas y alimentarias de los antiguos egipcios.
Ruffer publicó sus hallazgos en numerosos artículos científicos y libros, como “La paleopatología” (1907) o “Estudios sobre las momias egipcias” (1910). Sus trabajos fueron muy influyentes y sentaron las bases de la moderna paleopatología, la ciencia que se ocupa del estudio de las enfermedades del pasado.
No solo se dedicó al estudio de las momias egipcias, sino que también participó en otras actividades culturales y sociales en Egipto. Fue miembro fundador del Instituto Francés de Arqueología Oriental, una institución dedicada a la investigación y la conservación del patrimonio egipcio. También fue presidente de la Sociedad Egipcia de Biología, vicepresidente de la Sociedad Egipcia contra la Tuberculosis y miembro honorario de la Real Sociedad Geográfica Egipcia.
Ruffer murió en 1917 a bordo del barco SS Kingstonian, que fue torpedeado por un submarino alemán durante la Primera Guerra Mundial. Su cuerpo nunca fue recuperado, pero su legado científico perdura hasta nuestros días. Gracias a él, podemos conocer mejor la vida y la salud de los antiguos egipcios, así como apreciar el valor histórico y cultural de las momias egipcias.
Pero ¿cómo era el método que Ruffer ideó para rehidratar los tejidos antiguos? ¿Qué dificultades tuvo que superar para llevar a cabo sus investigaciones? ¿Qué otros descubrimientos hizo sobre las momias egipcias?
El método de Ruffer para rehidratar los tejidos antiguos
El método que Ruffer empleó para rehidratar los tejidos antiguos se basaba en el uso de una solución salina compuesta por cloruro sódico (sal común), cloruro potásico y cloruro cálcico disueltos en agua destilada. Esta solución tenía una concentración similar a la del plasma sanguíneo humano, lo que permitía que los tejidos se hincharan sin romperse ni alterarse.
Ruffer aplicaba esta solución sobre pequeños trozos de tejido extraídos de las momias con unas pinzas esterilizadas. Después, los colocaba entre dos portaobjetos de vidrio y los observaba al microscopio. Así, podía ver las células y los microorganismos que habían quedado preservados en los tejidos durante miles de años.
Lo cierto es que fue el primero en usar este método, que luego fue perfeccionado y adoptado por otros investigadores. Gracias a él, se pudo estudiar la histología y la microbiología de las momias egipcias sin dañarlas ni alterarlas. Además, se pudo comparar los tejidos antiguos con los actuales y establecer similitudes y diferencias.
Las dificultades de Ruffer para estudiar las momias egipcias
Ruffer tuvo que enfrentarse a varias dificultades para estudiar las momias egipcias. Una de ellas era la escasez de material disponible, ya que muchas momias habían sido saqueadas, destruidas o vendidas como curiosidades o remedios. Otra era la falta de información sobre el origen, la identidad y la cronología de las momias, lo que dificultaba su contextualización histórica y cultural.
También tuvo que lidiar con la oposición de algunos egiptólogos y autoridades egipcias, que consideraban que sus investigaciones eran una profanación de los restos humanos. Ruffer defendía que su trabajo era respetuoso con las momias y que tenía un valor científico e histórico. Para ello, solicitaba permisos oficiales para acceder a las momias y solo tomaba muestras muy pequeñas de tejido, que luego devolvía a su lugar.
Los retos técnicos y logísticos a superar en la época fueron también importantes, como la falta de electricidad, la escasez de agua potable, el calor extremo o las plagas de insectos. Además, tuvo que adaptarse a las condiciones sanitarias y políticas de Egipto, que sufrió varias epidemias, revueltas y ocupaciones militares durante su estancia.
A pesar de todas estas dificultades, Ruffer logró realizar sus investigaciones con rigor y perseverancia. Sus resultados fueron reconocidos por la comunidad científica internacional y le valieron varios premios y distinciones.
Los otros descubrimientos de Ruffer sobre las momias egipcias
Además de identificar diversas enfermedades y parásitos en las momias egipcias, Ruffer hizo otros descubrimientos sobre estos restos humanos. Uno de ellos fue el hallazgo de células sanguíneas intactas en algunas momias, lo que demostraba que los antiguos egipcios usaban un método eficaz para preservar los cuerpos.
Ruffer también encontró evidencias de prácticas médicas y quirúrgicas en algunas momias, como vendajes, suturas, prótesis o trepanaciones. Estas evidencias mostraban el nivel de conocimiento y habilidad de los médicos egipcios, así como el tipo de dolencias y lesiones que sufrían sus pacientes.
Y estudió las técnicas de momificación usadas por los antiguos egipcios, como el uso de resinas, aceites, especias o natrón (un tipo de sal) para desecar y embalsamar los cuerpos. También analizó los adornos y amuletos que se colocaban sobre o dentro de las momias, como collares, anillos, escarabajos o papiros. Estos objetos tenían un significado religioso y mágico para los egipcios, ya que creían que ayudaban al difunto a alcanzar la vida eterna.
Por otro lado, Ruffer también contribuyó a esclarecer la identidad y la genealogía de algunas momias reales y nobles, como las del faraón Tutankamón o la reina Nefertari. Para ello, se basó en el análisis morfológico, genético y químico de los restos humanos, así como en el estudio de los textos e inscripciones hallados en sus tumbas.
Como vemos, Ruffer fue un pionero en el estudio científico de las momias egipcias, pero no fue el único ni el último. Después de él, otros investigadores continuaron su labor con nuevos métodos y tecnologías, como la radiografía, la tomografía computarizada o el ADN. Gracias a todos ellos, podemos conocer mejor la vida y la muerte de los antiguos egipcios, así como admirar su legado cultural.