Revelan que una variante ancestral de la lepra ya se expandía por América al menos 1.000 años antes de la llegada de los europeos: el hallazgo que desmonta siglos de historia y desconcierta a la ciencia

Un estudio genético revela que la lepra ya se extendía por América mil años antes de la llegada de los europeos, cambiando por completo nuestra visión del pasado.
Una variante ancestral de la lepra ya se expandía por América al menos 1.000 años antes de la llegada de Cristóbal Colón Una variante ancestral de la lepra ya se expandía por América al menos 1.000 años antes de la llegada de Cristóbal Colón
Una variante ancestral de la lepra ya se expandía por América al menos 1.000 años antes de la llegada de Cristóbal Colón. Foto: Istock

Durante décadas, la historia de la lepra en América fue narrada como un capítulo más del impacto colonial: una enfermedad traída por los conquistadores que se sumaba al devastador repertorio de epidemias del Viejo Mundo. Sin embargo, un reciente descubrimiento ha puesto patas arriba esta versión. Nuevas evidencias científicas revelan que una variante de la lepra ya se encontraba presente en América mucho antes de que las carabelas de Colón tocaran tierra. Lo que parecía una certeza histórica resulta ahora ser una interpretación incompleta. La lepra no solo no llegó con los europeos, sino que llevaba siglos instalada en el continente, evolucionando de forma silenciosa y paralela a las culturas indígenas que la albergaban.

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Este hallazgo, publicado en Science y liderado por el Instituto Pasteur en colaboración con la Universidad de Colorado y otras instituciones internacionales, es el resultado de un ambicioso estudio paleogenómico que ha analizado cientos de muestras humanas, tanto modernas como ancestrales. Pero lo verdaderamente revelador no ha sido solo encontrar restos de lepra en esqueletos precolombinos, sino identificar una cepa específica, Mycobacterium lepromatosis, que parece haber sido endémica de América durante al menos 1.000 años, y que aún hoy sigue activa en algunas regiones del continente.

La pista oculta en los huesos

Durante mucho tiempo, el silencio arqueológico había sido utilizado como argumento: los esqueletos americanos antiguos no mostraban lesiones evidentes asociadas a la lepra, como las que sí se encuentran en Europa o Asia. Pero este razonamiento ignoraba una diferencia crucial. La bacteria M. lepromatosis, a diferencia de su “prima” más conocida M. leprae, actúa de forma distinta: afecta más a vasos sanguíneos y órganos internos que a los huesos. Esto significa que sus huellas físicas son más difíciles de detectar sin herramientas genéticas avanzadas.

La clave fue el análisis de ADN antiguo extraído de restos humanos hallados en sitios arqueológicos de Canadá y Argentina. A pesar de la enorme distancia geográfica, los genomas bacterianos encontrados eran sorprendentemente similares y datan de hace aproximadamente un milenio.

Este dato sugiere una rápida expansión continental, en una época en la que se pensaba que no existían redes de contacto tan extensas. ¿Cómo se movía esta enfermedad? ¿Existieron rutas comerciales, migratorias o vínculos culturales que aún no hemos comprendido del todo?

Una lepra con identidad americana

Hasta hace poco, la historia oficial hablaba de una sola bacteria causante de la lepra, M. leprae, que había arrasado poblaciones en Europa durante siglos. Fue solo en 2008 cuando se identificó M. lepromatosis en un paciente en México, y poco después en ardillas rojas en las islas británicas. Su origen era desconocido, su papel en la historia aún más. Pero los últimos descubrimientos genéticos apuntan a que esta variante podría haber evolucionado en América desde hace más de 9.000 años.

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Este linaje milenario, que aún circula en algunas regiones de América del Norte, ha permanecido invisible para la ciencia moderna durante siglos. Su presencia en restos antiguos no solo cambia la línea temporal de la enfermedad, sino que reconfigura por completo la forma en que entendemos la historia de las patologías en el continente antes del contacto europeo.

Además, la presencia de esta bacteria en ardillas británicas ha abierto una hipótesis fascinante: que la cepa americana cruzó el Atlántico en el siglo XIX, posiblemente a través de roedores o animales transportados en navíos comerciales. Es decir, no solo la lepra vino a América, también pudo salir de ella, y no necesariamente con humanos.

El misterio de su expansión

Uno de los elementos más intrigantes del estudio es la velocidad con la que la bacteria se extendió desde el norte hasta el sur del continente. En apenas unos siglos, y mucho antes de la colonización europea, esta forma de lepra ya había llegado desde las costas del Pacífico en el actual Canadá hasta las llanuras argentinas. Este dato sugiere la existencia de redes de contacto mucho más dinámicas de lo que tradicionalmente se ha reconocido en el discurso histórico sobre América precolombina.

La idea de que los pueblos indígenas vivían en compartimentos estancos, sin apenas contacto entre sí, está siendo desmontada por la genética y la arqueología. La lepra, como enfermedad, puede ser ahora un nuevo indicador para rastrear rutas humanas, vínculos regionales y quizá hasta formas de organización social que permitieron el movimiento de personas y enfermedades por el continente.

Una bacteria que aún sigue viva

No estamos hablando de un fósil bacteriano desaparecido. La cepa ancestral descubierta no es una reliquia del pasado. Aún infecta a personas hoy, principalmente en regiones del norte del continente, donde su existencia había pasado desapercibida. Su identificación no solo permite entender mejor su historia, sino también su persistencia actual y sus mecanismos de transmisión, aún poco conocidos.

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Y aquí entra un elemento crucial: el trabajo con las comunidades indígenas actuales. El estudio fue realizado con un alto nivel de ética colaborativa, incluyendo a representantes de los pueblos originarios en el diseño, interpretación y difusión de los hallazgos. El acceso a los datos, el retorno de restos ancestrales y el uso de plataformas respetuosas con los valores culturales de las comunidades marcaron un nuevo estándar de investigación, alejado del extractivismo científico que durante tanto tiempo predominó en los estudios genéticos sobre pueblos indígenas.

Una historia que se está reescribiendo

Este descubrimiento no solo cambia lo que sabíamos sobre la lepra. Cambia lo que pensábamos sobre América, su pasado sanitario, su red de contactos, y sobre cómo contamos la historia desde una perspectiva eurocentrista. La lepra no llegó con los barcos. Ya estaba aquí, evolucionando silenciosamente con los pueblos que habitaban estas tierras miles de años antes de que se escucharan palabras en castellano o en portugués.

En última instancia, lo que esta historia nos recuerda es que la ciencia y la Historia no son estáticas. Que lo que damos por hecho puede ser desmentido por una muestra de ADN. Y que debajo de cada teoría consolidada, hay siempre una posibilidad de redescubrimiento. La lepra milenaria americana, con su genética silente y su legado oculto, es solo uno de los muchos relatos que aún quedan por desenterrar del pasado.

Referencias

  • Maria Lopopolo et al, Pre-European contact leprosy in the Americas and its current persistence, Science (2025). doi: 10.1126/science.adu7144

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