La desinformación tiene un don particular para sobrevivir. Como un virus que muta para adaptarse, las teorías conspirativas sobre las tecnologías inalámbricas han sabido evolucionar desde los primeros días de la telefonía móvil hasta el despliegue del 5G. En los últimos años, la llegada de esta nueva generación de redes ha sido el blanco favorito de quienes ven en cada antena una amenaza invisible, y en cada avance tecnológico una catástrofe disfrazada.
Pero ahora, un estudio contundente y cuidadosamente diseñado ha logrado desmantelar, con datos y rigor, una de las afirmaciones más persistentes: que la exposición a las frecuencias 5G puede alterar el ADN humano o provocar efectos biológicos no térmicos.
La investigación, publicada en la revista PNAS Nexus y liderada por el equipo de la Universidad Constructor de Alemania, se ha convertido en un nuevo referente científico en este campo. El estudio no solo refuerza lo que la física ya había anticipado, sino que eleva el estándar metodológico en un terreno históricamente plagado de errores y omisiones.
¿Pueden las ondas 5G modificar nuestro ADN?
La premisa que guía muchas teorías conspirativas es simple, y por eso mismo tan potente: si las ondas 5G atraviesan nuestro cuerpo, ¿cómo sabemos que no están provocando daños invisibles? La ciencia, sin embargo, lleva años respondiendo a esta pregunta: las frecuencias empleadas por el 5G, incluso en su variante más potente (FR2, de 24 a 43 GHz), apenas penetran la piel unos milímetros. No alcanzan órganos internos y, mucho menos, tienen energía suficiente para provocar daños a nivel molecular como lo haría una radiación ionizante (rayos X, por ejemplo).
Pero como la física no siempre convence al corazón, el equipo de investigadores decidió ir más allá. Diseñaron un experimento riguroso en el que expusieron células humanas de la piel —fibroblastos y queratinocitos— a frecuencias 5G de 27 y 40,5 GHz, durante 2 y 48 horas, y hasta diez veces por encima de los límites de exposición recomendados por las autoridades sanitarias.
Un diseño experimental a prueba de dudas
Uno de los aspectos más destacados del estudio, según sus autores, es que fue completamente “ciego”: ni los técnicos que manipulaban las muestras sabían cuáles estaban siendo expuestas realmente a ondas 5G, ni los que analizaban los datos. Además, el experimento controló de forma precisa la temperatura, un detalle crucial que se ha ignorado en otros estudios y que puede alterar significativamente los resultados.
¿Por qué es tan importante esto? Porque la mayoría de los efectos biológicos observados en experimentos anteriores que indicaban cambios celulares tras la exposición a 5G probablemente se debían… al calor. Sin control térmico, cualquier aumento en la temperatura de cultivo celular podría inducir cambios en la expresión genética que luego son atribuidos erróneamente a la radiación.
Y aquí llega el dato más revelador: incluso con exposiciones extremas, y durante periodos prolongados, los científicos no detectaron ninguna diferencia significativa en la expresión genética ni en los patrones de metilación del ADN de las células expuestas. Las mínimas variaciones observadas estaban dentro del rango esperable por azar.
Un hallazgo que desarma la narrativa conspirativa
“Los resultados son contundentes”, afirma la doctora Vivian Meyer, coautora principal del estudio. “No hemos encontrado ninguna evidencia de que la exposición a frecuencias 5G provoque cambios genéticos o epigenéticos relevantes en células humanas de la piel. Incluso bajo condiciones de exposición muy superiores a las que una persona experimentaría en su día a día”.
Los investigadores utilizaron herramientas avanzadas de secuenciación del ARN y análisis de metilación, además de técnicas estadísticas y de análisis de redes genéticas. El objetivo era claro: confirmar, con la mayor precisión posible, que la exposición a 5G no deja huella biológica mensurable.
Y lo lograron. El único cambio mínimamente significativo se dio en la expresión de un gen (SULT1A3), pero fue considerado un artefacto estadístico tras fallar en las pruebas de validación.
¿Y si aún no estás convencido?
Quienes siguen convencidos de que las antenas 5G son una amenaza encubierta probablemente no cambiarán de opinión ante un artículo científico. Pero este nuevo estudio ofrece munición valiosa para periodistas, educadores, profesionales de la salud pública y divulgadores científicos que luchan contra la desinformación tecnológica.
Como señala la nota de prensa publicada por PNAS Nexus, este tipo de investigaciones no solo ayudan a despejar dudas legítimas de la población, sino que también ofrecen una hoja de ruta metodológica para otros campos donde demostrar la ausencia de un efecto es tan importante como demostrar su presencia.
“Más allá del caso del 5G”, concluyen los autores, “hemos desarrollado una caja de herramientas estadística que puede utilizarse en cualquier escenario en el que sea necesario confirmar científicamente la inexistencia de un efecto biológico”.
Ciencia frente al ruido
A menudo se acusa a la ciencia de no ofrecer respuestas claras. Pero cuando lo hace, como en este caso, merece ser escuchada. Frente a una sociedad cada vez más vulnerada por rumores virales, TikToks alarmistas y teorías de la conspiración sin base, investigaciones como esta reafirman el valor del método científico: lento, riguroso, pero implacable.
Por supuesto, es poco probable que este artículo cierre de forma definitiva el debate. Las teorías conspirativas rara vez mueren por falta de pruebas; se transforman, mutan, resurgen con nuevos ropajes. Pero ahora, al menos, quienes deseen conocer la verdad tienen un nuevo estudio sólido al que aferrarse.
Referencias
- Jyoti Jyoti, Isabel Gronau, Eda Cakir, Marc-Thorsten Hütt, Alexander Lerchl, Vivian Meyer, 5G-exposed human skin cells do not respond with altered gene expression and methylation profiles, PNAS Nexus, Volume 4, Issue 5, May 2025, pgaf127, doi:10.1002/jqs.3718